- Me gusta tu camisa.
- ¡Gracias! Es nueva - le respondí.
- Me gusta tu camisa.
- ¡Gracias! A mi también me gusta.
- Me gusta tu camisa.
- ¡Gracias! La compré en...
- No, no entiendes, me gusta tu camisa - me dijo levantandose su camisa y mostrandome una pistola.
- ¡A-a-ahhh! - respondí yo asustado - bueno, si tanto te gusta, tomá es tuya.
Y me quedé allí parado, semidesnudo, viendo como el ladron se alejaba con mi nueva camisa y pensando que quizás en un par de días la usaría para robar un par de pantalones que hicieran juego con ella.
Fin.
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