- ¿Qué te pasa, loco? -me preguntó mi amiga, anonadada, al ver mi reacción.
- Oh, lo siento -le dije, mientras me levantaba y salía de mi escondite-. Es que últimamente he estado leyendo novelas negras, muy fuertes, que me tienen los nervios de punta.
- ¡¿DISCULPA?! ¿Qué dijiste?
- Qué he estado leyendo novelas negras...
- ¡¿O sea qué porque estás leyendo novelas negras tienes los nervios de punta?! Y cuando lees novelas blancas, ¿qué? ¿Te sientes feliz y contento?
- No entiendes, las novelas negras son libros...
- No, no, no, el que no entiende eres tú, todas las novelas son iguales, todos somos iguales -me reprochó-. Los colores, el género o el estilo de las novelas no deben importar, ni afectarnos de distintas formas, así que me haces el favor y cuando estés conmigo deja de ser tan racista y prejuicioso.
- Está bien, está bien, -cedí, sin ni siquiera molestarme en explicarle qué era una novela negra-. Cómo tú digas, lo siento, no volverá a pasar, de ahora en adelante no lo volveré a hacer, tienes razón, todas las novelas son iguales.
Fin.