993 - Racismo literario.

Sir Helder Amos | martes, mayo 31, 2016 |
El otro día, mientras caminaba por las desoladas calles de la ciudad con mi mejor amiga, la mujer más defensora de la igualdad y los derechos humanos que he conocido; una patrulla policial pasó, a toda velocidad, por nuestro lado, sonando su peculiar sirena e iluminando nuestros rostros con sus luces azules y rojas. Inmediatamente, sin saber lo que pasaba, me lancé al suelo, rodé y me escondí detrás de un basurero, asustado.

- ¿Qué te pasa, loco? -me preguntó mi amiga, anonadada, al ver mi reacción.
- Oh, lo siento -le dije, mientras me levantaba y salía de mi escondite-. Es que últimamente he estado leyendo novelas negras, muy fuertes, que me tienen los nervios de punta.
- ¡¿DISCULPA?! ¿Qué dijiste?
- Qué he estado leyendo novelas negras...
- ¡¿O sea qué porque estás leyendo novelas negras tienes los nervios de punta?! Y cuando lees novelas blancas, ¿qué? ¿Te sientes feliz y contento?
- No entiendes, las novelas negras son libros...
- No, no, no, el que no entiende eres tú, todas las novelas son iguales, todos somos iguales -me reprochó-. Los colores, el género o el estilo de las novelas no deben importar, ni afectarnos de distintas formas, así que me haces el favor y cuando estés conmigo deja de ser tan racista y prejuicioso.
- Está bien, está bien, -cedí, sin ni siquiera molestarme en explicarle qué era una novela negra-. Cómo tú digas, lo siento, no volverá a pasar, de ahora en adelante no lo volveré a hacer, tienes razón, todas las novelas son iguales.

Fin.

992 - La ventisca mágica.

Sir Helder Amos | viernes, mayo 27, 2016 |
Después de ver al hada del reporte del clima anunciar que esa noche habría una ventisca mágica que azotaría al reino, la duquesa le prohibió a su única hija ir al baile que darían en el castillo.

Pero a lo que la duquesa se descuidó, su hija se escapó, desobedeciendo sus órdenes, y esa noche, a la medianoche, cuando la joven regresó a su casa se encontró con que la puerta estaba cerrada, y sin importar cuando gritara, llamara y hasta llorara por su madre, la duquesa, dolida por la desobediencia de su hija, ignoró su llamado y la dejó pasar la noche frente a la puerta, decidida a hacerle pagar y enseñarle una lección.

- ¡Mamá! ¡Ábreme, por favor! ¡Tengo frío! ¡Mamá! ¡La ventisca! ¡Abre la puerta! ¡Te lo suplico!

Sin embargo, después de las tres de la madrugada, la duquesa no escuchó más el llanto y suplicas de su hija y, pensando que la joven se había dormido frente de la puerta, ella también se fue a la cama.

Tan pronto amaneció, la duquesa se despertó y corrió a abrirle a su hija para que pudiera entrar, esperando que ya hubiera aprendido su lección por desobedecer, pero la que tuvo que aprender una lección fue ella cuando, al abrir la puerta, se encontró que su única hija se había convertido en una brillante y transluciente estatua de cristal por culpa de la ventisca mágica.

Fin.

991 - La Gata.

Sir Helder Amos | domingo, mayo 22, 2016 |
Esa noche, en el bar, conocí a una hermosa y voluptuosa mujer que se hacía llamar La Gata, y tras pasar toda la velada charlando amenamente con ella, llevado por mi curiosidad, le pregunté sobre el significado de su nombre tan peculiar.

- ¡Oh! Porque jugar conmigo es como jugar con una gatita, ¡Grrr! -respondió, haciéndome un ademán con su mano y mostrándome sus largas, estrambóticas y afiladas uñas- ¿Quieres que te lo demuestre?

Cautivado por su hermosura y gracias al par de whiskeys que tenía encina, acepté su propuesta y maté mi curiosidad; solamente para despertar sólo, al día siguiente, en la cama de aquel motel barato con la espalda llena de rasguños y mordiscos.

Fin.

990 - La gran noche de la Cenicienta.

Sir Helder Amos | miércoles, mayo 18, 2016 |
Olvidando todos sus quehaceres y hasta su nombre, disfrutó de la fiesta hasta la medianoche.

Fin.

989 - El reloj y el relojero

Sir Helder Amos | domingo, mayo 15, 2016 |
- Oye compadre, ¿me puedes decir la ho..? Whoa! ¿Y ese reloj? ¿Nuevo?
- Sí, compadre, me lo regaló mi mujer de regalo de aniversario.
- ¡Está bellísimo! ¡Debió haberte costado una fortuna!
- Eso es lo más sorprendente; este año, a diferencia de los anteriores, mi esposa no me pidió ni un solo centavo para comprarme el regalo. Todavía me pregunto cómo hizo para conseguirlo.
- ¡Vaya! ¡Este año la comadre se lució! ¡Ojalá mi esposa fuera como ella!
- Sí, tengo la mejor esposa del mundo -sentenció el hombre, inflando su pecho.

Sin embargo, esa tarde, gracias a su nuevo reloj, el hombre pudo salir temprano del trabajo y llegar media hora antes de lo habitual a su casa. Y mientras esperaba que su mujer le abriera la puerta principal, pudo aclarar el misterio de su majestuoso regalo, cuando vio salir al relojero, apresurado, por la puerta trasera, subiéndose el cierre del pantalón y abotonándose la camisa.

Fin.


988 - La pesadilla de la princesa.

Sir Helder Amos | martes, mayo 10, 2016 |
- ¡Se acerca un príncipe por el este! -anunció el dragón que resguardaba la torre.

Al escuchar esto, la princesa se emocionó mucho y, agarrando sus binoculares dorados, corrió a la ventana este de su torre para  ver al príncipe acercarse.

- ¡Es bello! -exclamó la princesa, al ver al joven musculoso de cabellos dorados galopar a toda velocidad hacía ella.

- ¡Se acera un príncipe por el oeste!

- ¡¿Otro?! -chilló la princesa, corriendo al el otro lado de la torre para poder ver, con sus binoculares, al otro hermoso príncipe de cabellos marrones acercarse a su torre,

"¡Mi sueño hecho realidad!" pensó la princesa, mientras corría de un lado a otro ordenando todo, poniéndose sus mejores ropas y maquillándose  para esperar a sus príncipes "¡Dos hombres se van a pelear por mi amor! ¡Qué afortunada soy!"

Después de alistarse, la princesa se acostó en sus aposentos, se hizo la dormida y esperó a que los príncipes llegaran.

Sin embargo, después de esperar, esperar, esperar y esperar, la princesa se impacientó y, agarrando los binoculares dorados, se asomó por la ventana principal de su torre para ver por dónde venían.

- ¿Dónde diablos se metieron? ¿Será qué se los comió el dragón?-se preguntó, al ver que no había nadie alrededor de su torre.

De pronto, mientras los buscaba, se percató de un movimiento raro en los arbustos y, cuando enfocó mejor sus binoculares para ver qué pasaba allí, su sueño se convirtió en una pesadilla al ver a los dos príncipes, semidesnudos, besándose y acariciándose, escondidos entre los matorrales.

Fin. 

987 - El gato copión.

Sir Helder Amos | domingo, mayo 08, 2016 |
Cuando la chica salió de su casa, uno de los gatos que siempre alimentaba le maulló para que le diera comida; sin embargo, al estar apurada y no tener nada que darle, la chica lo ignoró y el gato, indignado, le dio un zarpazo en la pierna que la dejó sangrando.

- ¡Ay! ¡Arde! -le reclamó la chica al animal; pero cuando le dirigió la mirada, su sangre se heló y sintió un escalofrío en todo su cuerpo al ver que el gato se estaba lamiendo, con gusto, la zarpa con la que la había atacado, donde yacía una pequeña gota de sangre.

Asqueada y horrorizada, la chica siguió con su día tratando de olvidar el incidente y, al anochecer, cuando llegó a casa, se encontró que esta estaba rodeada por decenas de policías que fueron a buscarla para ponerla presa porque una chica, con las misma descripción física que ella, había robado 1.000.000  de latas de sardinas del supermercado.

Fin.

986 - Incendio en el motel.

Sir Helder Amos | miércoles, mayo 04, 2016 |
Después de aquella fogosa noche, lo único que encontraron los bomberos fueron los restos carbonizados de la pareja de infieles quienes, sin poder controlar sus llamas de pasión, habían comenzado todo.

Fin.

985 - "Esquizofrenia".

Sir Helder Amos | lunes, mayo 02, 2016 |
Cuando mi hermano mayor regresó a casa, después de pasar tres años encerrado en el manicomio, tenía mucho miedo de verlo y traté de evitarlo, pero el mismo día de su regreso, me tocó quedarme a solas con él, en el vestíbulo, mientras nuestro padre subía sus maletas.

- Eh... ¡Hola! -lo saludé.
- Me tienes miedo -dijo, seca y fríamente-. No deberías, tú eres mi hermanito, nunca sería capaz de hacerte nada malo -añadió, al ver que me había quedado callado y había bajado la cabeza.
- ¿Cómo estás? ¿Bien? -le pregunté tímidamente.
- Sí.
- Y... ¿Se fueron?
- ¿Quiénes?
- Las voces -respondí, dejándome llevar por mi curiosidad-, las que escuchabas en tu cabeza.
- No.
- Entonces, ¿cómo saliste?
- Actuando -me confesó, fríamente-. Pretendí estar bien. Llevo meses diciéndole a los doctores que ya no puedo escucharlas.
- Y los medicamentos, ¿los estás tomando?
- Todos los malditos días, a pesar de que no funcionan, no pierdo la esperanza de que algún día me hagan dejar de escuchar a este maldito demonio.
- ¿Todavía crees que estás poseído? -le pregunté, incrédulo.
- No lo creo -sentenció-. Estoy poseído. Tengo un demonio dentro mí que todos los días me susurra al oído que soy suyo y que nunca podré librarme de él.
Al escucharlo, palidecí y me quedé petrificado.
- ¿No me crees? ¡Préstame tu crucifijo!
- Toma.
- ¡Ah! -gritó mi hermano, soltando el crucifijo tan pronto lo tuvo en su mano-. ¡Mira!
- ¡Qué demonios! -proferí, al ver cómo su mano se había quemado y llenado de llagas en dónde el crucifijo había tocado su piel.
- ¡Shhh! ¡No le digas nada a papá! -me suplicó, apresurando las palabras, al escucharlo bajar por las escaleras-. O de lo contrario creerá que mi "esquizofrenia" volvió.

Fin.