1294 - El Error de Nostradamus.

Sir Helder Amos | martes, enero 29, 2019 |
Se despertó confundido, el sol que entraba por la ventana le quemaba la cara, su gallo no había cantado esa mañana y yacía muerto a la puerta del gallinero. Así que consternado y medio dormido, tomó su pluma y, como era su costumbre, le escribió una carta a su mejor amigo con todos los sucesos que habían pasado el día anterior.

Pero cuando recibió su respuesta, un par de horas más tarde, se sintió confundido al leer:“Querido Nostradamus, creo que te has equivocado, la carta que me enviaste tenía fecha del 30 de enero, y hoy es apenas 29, así que todos los sucesos que me contaste debiste de haberlos soñado, porque nada de eso ha pasado.”

Nostradamus, se quedó mirando al vacío por un largo rato,  pensando en la carta que había escrito,  y verificando el calendario confirmó que su amigo tenía razón, era 29 de enero, así que se preguntó de dónde había sacado todo eso que le escribió a su amigo.

En ese estado de confusión el pobre hombre pasó el día y cuando llegó la noche, recibió otra carta de su amigo que decía: “Querido Nostradamus, ¿cómo lo hiciste?, durante el día de hoy pasó todo lo que me escribiste esta mañana, ¿cómo supiste que pasaría?”. A lo que él respondió, en un simple pedazo de papel, tres palabras que nadie nunca le creería: “¡No lo sabía!”.

Fin.

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1293 - El Faraón y los Esclavos.

Sir Helder Amos | viernes, enero 25, 2019 |
Como era costumbre, todos los viernes, cuando el sol estaba en su punto más alto, el Faraón salía a dar un paseo por el caliente desierto en su carruaje jalado por sus esclavos.

Pero un viernes en particular, mientras el Faraón contemplaba las montañas y montañas de arena árida que constituían sus dominios, uno de los esclavos se detuvo y pegó un grito de revolución.

En cuestión de segundos, todos los demás esclavos se detuvieron y, cortando las sogas que los ataban al carruaje, salieron corriendo y se perdieron entre las montañas de arena dejando al Faraón solo en medio del desierto.

Los esclavos, pensando lo afortunados que eran al haberse liberado, vitoriaban a medida que se alejaban del Faraón, pero su júbilo solo les duró un par de horas, porque pronto se encontraron sedientos y perdidos en el desierto y, para aumentar su desespero, todos los mercaderes y viajeros que pasaban cerca de ellos, ignoraban sus gritos de ayuda y los evitaban al ver que solo era un grupo de mugrientos esclavos. Así que solamente fue cuestión de un par días para que el desierto los engullera en su hambrienta, caliente y amarilla arena.

Al Faraón, en cambio, solo le tomó un par de horas regresar a su palacio, porque a lo que un grupo de mercaderes pasó cerca de donde él estaba y vieron que el Faraón se había quedado atascado en el medio del desierto, estos le brindaron su ayuda inmediatamente sin ni siquiera preguntarle que había pasado.

Fin.

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1292 - Amigas Falsas.

Sir Helder Amos | jueves, enero 24, 2019 |
- ¿Y...? ¿Qué más pasó?...
- ¡No puedo decirte!
- ¿Por qué no?, pensé que éramos amigas ☹️
- Lo somos, pero se lo prometí, no puedo decirte.
- ¡Vamos! ¡Dime!
- ¡No puedo! ¡Para!
- ¡Dime!... Si no me cuentas que más pasó, entonces dejaré de ser tu amiga.
- Bueno, entonces, en ese caso, jódete perra.

Fin.

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1291 - El Presidente Explosivo.

Sir Helder Amos | martes, enero 22, 2019 |
Mientras el primer ministro le daba el tour al recién electo presidente, este notó un hermoso y brillante botón rojo que estaba resguardado por una reluciente caja de cristal.

- ¿Qué hace ese botón? -inquirió, el presidente.
- ¡Boom! -respondió el primer ministro, muy seriamente.
- ¿En serio? -quiso asegurarse el presidente-. ¡¿Boom?!
- Sí, ¡BOOM! -afirmó el primer ministro, abriendo las manos y agitándolas en el aire.
- ¡Quiero que muevan mi escritorio para acá! -ordenó el nuevo presidente, con una chispa de alegría en sus ojos.

Fin.

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1290 - La Doctora Rompecorazones.

Sir Helder Amos | jueves, enero 17, 2019 |
Ella: alta, delgada, rubia, de ojos claros, labios carnosos y pómulos prominentes. También era cardióloga.

Fin.

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1289 - Raramente Enamorado.

Sir Helder Amos | martes, enero 15, 2019 |
¡Qué raro!

Antes, raramente sonreía, pero desde que la conoció raramente no sonríe cuando piensa en ella, y ahora, a pesar de que lo niega, raramente se le ve sin una sonrisa.

Fin.

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1288 - El Nuevo Dios.

Sir Helder Amos | miércoles, enero 09, 2019 |
- No puedo hacerlo -le susurró al oído de su maestro.
- Sí puedes, tú estás más que preparada para esto -le aseguró el enmascarado, acariciando el rostro de la joven con el filo de la daga que tenía en la mano.
- No, no puedo -refutó-. ¡Te amo!

El maestro se quedó congelado por unos segundos. Luego, lentamente, se quitó la máscara y se bajó la capucha. Mirando a su alrededor, vio el circulo que sus otros veinte discípulos formaban  agarrados de la mano entornó a él y se aseguró que todavía todos estuvieran en trance.

- ¿Qué dices? -le preguntó el Maestro a la joven, agarrándola fuertemente por los hombros.
- Yo no amo a Dios, te amo a tí, tú eres mi Dios.
- ¡NO! -gritó el maestro, zarandeándola, mientras que ella empezó a reír desquiciadamente.

Un minuto más tarde, el maestro cansado, cayó sobre sus rodillas y a su lado la daga. Ahora él también había empezado a reír frenéticamente.

- El mundo va arder, -dijo el maestro entre sus carcajadas-. Ahora no hay nadie que pueda detener el Apocalipsis.
- ¡No digas eso! -refutó la joven-. Sí alguien puede salvar el mundo eres tú, maestro, mi Dios -agregó, arrodillándose a su lado y recogiendo la daga para dársela en las manos a su maestro-. Sacrifícame, sacrifícame, salva al mundo y conviértete no solo en mi Dios, si no en el Dios de todos.
- No, no puedo hacer eso -sentenció el maestro, rechazando la daga-. Yo también te amo.

Y dándole un beso apasionado, se fundieron en un abrazo segundos antes de ser devorados por las llamas del Apocalipsis.

Fin.

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1287 - El Cuarto Rey.

Sir Helder Amos | lunes, enero 07, 2019 |
A pesar de que había preparado una hermosa bendición que le daría una larga vida al recién nacido, cuando vio que sus otros 3 compañeros le habían traído oro, incienso y mirra al hijo de Dios, se cohibió y apenado, justo antes de entrar al pesebre, decidió regresar por donde había venido sin atreverse a molestarlos con su presencia, condenando al bebé a una corta vida con su partida.

Fin.

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