1307 - Fronteras Imaginarias.

Sir Helder Amos | lunes, marzo 25, 2019 |
Acarició la pantalla de su teléfono con una delicada sonrisa en su rostro y se quedó viéndolo embelesada.

- ¿Alo, alo? ¿Me ves? ¿Me oyes?
- Sí, sí, sí, -respondió, volviendo en sí-. Te veo y te escucho claro -añadió, sintiéndolo cerca a pesar de la distancia.

Fin.

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1306 - La Cita a Ciegas.

Sir Helder Amos | miércoles, marzo 20, 2019 |
Al caer contra el frío y duro piso desperté, intenté gritar pero tenía la boca tapada, además, no podía ver nada, mis ojos estaban vendados. Tampoco podía moverme, mis manos y pies también estaban atados.

- ¡Quédate quieta! -me gritó una voz masculina.

Le hice caso, tenía todas las de perder, así que lo más prudente fue obedecer. Pero a medida que el tiempo pasaba mis sentidos del oído y del osfalto se intensificaron. Por el aroma a tierra pude deducir que me encontraba en un tipo de montaña, y por el sonido de los pasos y las voces que escuchaba, calculé que habían unas 12 o 13 personas caminando a mi alrededor.

Sentía sus pasos cerca, y creo que estaban dibujando algo a mi alrededor, porque escuchaba una especie de tiza deslizarse por las piedras del piso.

De pronto se hizo silencio y, al parecer, por el sonido de sus pasos, todos tomaron sus posiciones alrededor de mí. Luego, escuché un cántico y la voz del hombre que me había gritado empezó a recitar una especie de oración en un lenguaje que nunca había escuchado.

Al finalizar su canto, ahogué otro grito de terror, porque sentí un calor abrazador y una intensa luz roja se coló por lo que tapaba mis ojos. Segundos después, sentí un olor a azufre tan fuerte que casi me ahogaba.

La luz que se colaba por el vendaje de mis ojos se desvaneció y con ella también se fue el calor. Pero lo que escuché después me aterró: un gruñido seguido por el sonido de dos pezuñas caminando alrededor de mí me dejó petrificada.

- ¿Es ella? -preguntó una voz gutural que no parecía de este mundo.

Nadie respondió y mi corazón empezó a latir muy aceleradamente a medida que escuchaba las pezuñas pararse junto a mí. Pero luego mi corazón se detuvo súbitamente, cuando sentí unas cálidas y suaves manos deslizarse por mi pierna.

- ¡TIENE MIEDO! -rugió enfurecida la bestia o lo que sea que fuese.

La escuché dar un par de vueltas a un paso muy rápido alrededor de mi, luego se volvió a parar a mi lado y el intenso olor azufre que emanaba casi me hizo perder el conocimiento.

Ahogué otro grito al sentir como una uña muy gruesa, quizás una garra, se deslizaba por mi mejilla hasta llegar a mi boca y, sin detenerse, cortó el pedazo de tela que me tenía amordazada.

- Puedo cumplirte todo lo que desees -me susurró la espectral voz en mi oído-. ¿Qué deseas?

No pude responder, estaba muy aterrada así que me limité a negar frenéticamente con la cabeza, a pesar de que me golpeaba con el piso cada vez que lo hacía.

- ¡INÚTILES! -rugió la voz y la misteriosa luz roja volvió a colarse por mi vendaje.

Lo qué pasó después me aterró, porque volví a sentir el calor abrazador y, esta vez, escuché a las personas gritar de dolor mientras pedían perdón y clemencia. No sé que les pasó, pero sus gritos desgarradores me pusieron a temblar ahí en el piso.

De pronto, como había comenzado, todo se calmó, el olor a azufre se esfumó y las voces desaparecieron, solo se escuchaba el sonido de la naturaleza. Pero no me atreví a moverme, por temor a que siguieran allí.

Después de unos minutos de silencio, me senté y con los dientes pude liberarme las manos, seguido los ojos y los pies. Al levantarme miré a mi alrededor, mi ofalto no me había mentido, estaba la cima de una montaña, pero a parte de mi no había más nadie en aquel lugar.

Di un par de vueltas por el lugar buscando algún rastro que me explicara que había pasado, pero no conseguí ninguno. No habían marcas en el piso, ni huellas, nada. Al parecer, estaba sola en aquella montaña.

De la nada se escuchó una bocina y pegué un brinco. Al darme la vuelta vi a un taxi acercarse.

- Su Uber está aquí, señorita -gritó el taxista.
- Yo... yo no pedí ningún Uber -balbuceé.
- Su cita lo hizo -explicó el hombre-. Y también le mandó flores -añadió, señalando con la cabeza un ramo de rosas blancas que tenía en el asiento trasero.

Confundida y al no tener más opción para salir de ese lugar me monté en el taxi. Tomé el ramo de rosas y las olí, olían a azufre. Y para mi sorpresa dentro de ellas había una nota que decía: “Lo siento si te asusté, si algún día cambias de opinión me gustaría hacer todos tus deseos realidad”.

Fin.

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1305 - El O.V.N.I.

Sir Helder Amos | lunes, marzo 18, 2019 |
- ¿Qué es eso? -se escuchó un graznido de horror en el gran árbol.
- ¿Qué? ¿Dónde? -preguntaron varias voces, entre trinos y gorjeos.
- Arriba, en el cielo, ¡Miren!

Al alzar la mirada, todos vieron aquel misterioso objeto surcando el cielo.

- ¡Un O.V.N.I! -gorjeó la voz horrorizada.
- ¡Aliens! ¡Nos invaden! -gritaron las otras voces, aterradas, haciendo un gran escándalo.
- ¡SILENCIO! -ululó enojado el viejo búho, saliendo del hueco en el que dormía en el gran árbol-. ¡Cálmense! Eso no es un O.V.N.I. ni mucho menos una invasión alienígena -explicó, rascándose los ojos con sus plumas-. Eso es solo un avión -continuó, girando la cabeza, pero al ver el estado de confusión de todas las demás aves que vivían en el gran árbol añadió-, una invención de los humanos para poder volar como nosotros.
- ¡Ahhh! -exclamaron muchas aves al unísono.
- Ahora, por favor, hagan silencio, que me gustaría poder seguir durmiendo -ululó el viejo búho, metiéndose de nuevo en su hueco.

Fin.

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1304 - El Bebecito de Mamá.

Sir Helder Amos | miércoles, marzo 06, 2019 |
- ¡Eso era de él!, ¿Puedo...? -preguntó la dama vestida de negro, señalando y acercándose al delicado osito de peluche que estaba enredado en el alambre de púas que resguardaba la celda isolada de alta seguridad.
- No, señora, eso forma parte de la evidencia -respondió el oficial con un gruñido.
- ¿Sabe cómo llegó ahí?
- El prisionero lo lanzó desde su celda.
- ¿Por qué? ¿Qué pasó?
- Después de que el prisionero leyó la sentencia del juez, se volvió loco y empezó llorar, patalear y a auto agredirse. Fue horrible, sus gritos, el sonido de los golpes de su cabeza contra la pared...
- ¿Y por qué no lo detuvieron? ¡Él solo era un niño! -lo interrumpió la mujer, secándose las lágrimas con un pañuelo blanco.
- El prisionero tenía 37 años, señora, no era un niño. ¿Está segura de que es su familiar?
- Sí, soy su madre -respondió la dama, soltando un gemido-. ¿Por qué no lo detuvieron? -repitió-. Si alguien hubiera entrado en su celda se hubiera calmado y no se hubiera...
- El prisionero esperaba la muerte de todas maneras, señora,  así que no se haga muchas ilusiones, ¿o cree que los 307 asesinatos que cometió le serían perdonados?
- No lo sé, quizás, el era un buen niño -balbuceó la dama, mirando el osito de peluche con melancolía.

Fin.

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1303 - Abrazos Aleatorios.

Sir Helder Amos | lunes, marzo 04, 2019 |
Cuando nos conocimos, me sentía triste, así que me sorprendí cuando me abrazó fuertemente y me hizo sentir mejor. Al preguntarle por qué lo había hecho, me dijo que le gustaba dar Abrazos Aleatorios.

Desde entonces, como si supiera, cada vez que me sentía triste llegaba con un Abrazo Aleatorio que me robaba mi tristeza. Y a pesar de que cada vez que lo hacía le preguntaba por qué lo había hecho, siempre me respondía lo mismo, que era porque le gustaba dar abrazos aleatorios, pero yo nunca le creí, porque para mí cada uno de sus abrazos fueron oportunos.

Fin.

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