848 - La cura de sueño.

Sir Helder Amos | domingo, mayo 31, 2015 |
Para olvidar todo su dolor,
sufrimiento y desesperación,
se inyectó un sedante,
que lo mandó a dormir al instante.

Fin.

847 - Los adúlteros.

Sir Helder Amos | viernes, mayo 29, 2015 |
- Y dime ¿estás casado? - le preguntó ella coquetamente, a pesar de que se había percatado del anillo de matrimonio que él llevaba en el dedo anular. 

- ¿Casado? ¿Yo? - dijo el hombre, escondiendo sus manos debajo del bar y quitándose el anillo - No, no, no, ni en juego, yo estoy solterito - continuó diciendo mientras alzaba las manos y señalaba su dedo anular para que ella viera que no llevaba ningun anillo.

Y después de un par de minutos de plática caliente, ambos, conscientes de lo que iban a hacer, subieron juntos a la habitación. 

Fin. 

846 - El Anticristo.

Sir Helder Amos | lunes, mayo 25, 2015 |
Cuando el niño llegó de la iglesia, aterrado por las palabras que había dicho el cura sobre el  juicio final y la ira de Dios contra la humanidad pecadora; recogió todas las biblias e imágenes de Jesus y la Virgen que habían en su casa y las empezó a quemar en el jardín.

Su madre, al ver lo que estaba pasando desde la ventana de la cocina, salió corriendo al jardin y le preguntó a su pequeño, sobresaltada:

- ¿QUÉ HACES? ¿ESTÁS LOCO? ¿POR QUÉ ESTAS HACIENDO ESTO?

- Porqué yo no quiero un Dios que me juzgue y me castigue por mis acciones - le respondió el niño, quien había empezado a llorar - ese Dios me da miedo - continuó diciendo mientras señalaba la montañita de imágenes y biblias que ardían lentamente en el fuego. 

La madre, confundida y asustada por las acciones de su pequeño, lo agarró a la fuerza, lo metió en el carro y lo llevó de regreso a la iglesia para que le hicieran un exorcismo. 

Fin. 

845 - Quiromancia.

Sir Helder Amos | domingo, mayo 24, 2015 |
Cuándo finalmente se decidió a dejar su miedos atrás y a hacerlo, sintió un ardor en sus manos y vio, sorprendido, como las líneas de sus palmas desaparecían y le daban paso a nuevas líneas totalmente diferentes a las que tenía anteriormente. 

Fin.

844 - El vampiro iluminado.

Sir Helder Amos | sábado, mayo 23, 2015 |
Sin darse cuenta de las dos gotas de sangre que corrían por su cuello, cuando regresó de la clase de meditación, se sintió muy orgulloso al pararse frente al espejo y no ver su reflejo, su ego se había esfumado. 

Fin. 

843 - Sir Helder Amos.

Sir Helder Amos | martes, mayo 19, 2015 |
Cuando una de las brujas, de las cuales el micro-escritor había escrito, leyó el microcuento en el que aparecía, se enfureció tanto, al verse descrita como un ser demoníaco, que visitó al micro-escritor, y, mostrándole su verdadera maldad, le maldijo las manos para que le dolieran y sangraran cada vez que escribiera una historia. 

El micro-escritor al no poder resistir el dolor y el sangramiento de sus manos, dejó de escribir por un par de semanas y buscó a la bruja para que le levantara la maldición; pero ésta, enfurecida todavía, le dijo que solo le levantaría la maldición si él editaba su microcuento y la describía como un ser bello y celestial. 

El micro-escritor, ofendido, rechazó la propuesta de la bruja, regresó a su casa, y soportando el dolor y el sangramiento de sus manos, siguió y siguió escribiendo 365 y más microcuentos. 

Fin. 

842 - La Princesita de papá.

Sir Helder Amos | domingo, mayo 17, 2015 |
Según las leyes de su reino, la Princesa tenía que casarse con el primer Príncipe que llegara declarándole amor verdadero. 

Una mañana, antes de que saliera el sol, la Princesa, a su casi treinta años, vio, desde la ventana de su torre, cómo un Príncipe se acercaba galopando a toda velocidad a su reino, lo que la emocionó mucho, porque su padre, el Rey, nunca despertaba antes del amanecer. 

Pero justo antes de que el Príncipe cruzara las puertas de su reino, la Princesa escuchó, decepcionada, el grito de guerra de su padre, y vio como una bola de fuego salía disparada, desde su castillo, hacía donde estaba el Príncipe, cuya corona salió volando por los aires. 

Esa misma mañana antes del desayuno, el Rey le otorgó, orgulloso,  a su hija la corona del Príncipe como regalo, contándole como esa misma mañana, él la había protegido de otro horrible Principe que venía a declararle su amor. 

La Princesa, tomando tristemente la corona entre sus manos, agradeció a su padre muy cortesmente, y la guardo en el armario donde reposaban decenas de coronas de otros Principes que también habían  intentado esposarla. 

Fin. 

841 - El super-villano II

Sir Helder Amos | miércoles, mayo 13, 2015 |
Después de que destruyó todo el mundo, se paró sobre las escombros, miró a su alrededor y sonrió orgulloso de su trabajo; pero al momento siguiente, al admirar por segunda vez su gran trabajo, entre el silencio y la solitud del nuevo mundo destruído, la sonrisa se borró de su cara. 

Fin. 

840 - El super-villano.

Sir Helder Amos | lunes, mayo 11, 2015 |
Un milisegundo antes de caer de bruses contra el fango, descubrió que podía volar y que tenía superpoderes. Dando una pirueta en el aire, logró colocarse detrás de aquellos que lo estaban molestando, y los calcificó con su mirada laser.

Ahora que era invencible, el mundo entero iba a pagar por aquellos pocos que lo habían molestado y se habían burlado de él.

Fin. 

839 - El aroma de las flores.

Sir Helder Amos | viernes, mayo 08, 2015 |
Cuando el gran amor que sentía por su novio empezó a extinguirse, el dulce y delicioso aroma de las flores, que él regalaba cada vez que la veía, le empezó a oler a muerto y a cementerio.  

Fin. 

838 - Pasta de cocaína.

Sir Helder Amos | jueves, mayo 07, 2015 |
Cuando llegó a su casa y vió a su pequeño durmiendo sobre unas hojas de papel periódico, supo de inmediato que era el momento de arriesgarse, de dejar su moral y valores de un lado, y de hacer la llamada que debío de haber hecho hace mucho tiempo.

- ¿Aló? ¿Paco? Cambie de opinión, si estoy interesado en vender tu mercancia. 

Fin. 

837 - El secreto mejor guardado.

Sir Helder Amos | lunes, mayo 04, 2015 |
- ¿Y ese vestido? ¿Nuevo? 
- Si - respondió ella altivamente. 
- Te viene de maravilla, te ves tan elegante, fina y delicada. 
- Muchas gracias, me halagas - dijo ella con un tono pretencioso y una sonrisita en los labios;  sin ni siquiera inmutarse, un poco, al recordar que para obtener ese vestido, que era el último que quedaba en rebaja, tuvo que jalarse por los pelos y caerse a golpes con otra mujer. 

Fin. 

836 - Los dos Príncipes.

Sir Helder Amos | domingo, mayo 03, 2015 |
Había una vez un Príncipe, que se llamaba Ru, que, una noche, cuando echó de su recámara privada a un cuervo horrible, éste, que no era más que un malvado hechicero convertido en cuervo, le lanzó una maldición que hacía que el Príncipe Ru se convirtiera en mujer tan pronto se ocultara el sol.

Manteniendo su maldición en secreto, el Príncipe Ru, sólo salía de su recámara de día y regresaba a ella antes de que se ocultara el sol. 

Un día, después de varios años de haber sido maldito, el Príncipe Ru, cansado de pasar todas sus noches encerrado en su recámara, decidió ir, cómo Princesa, al gran baile de cumpleaños del Príncipe del reino vecino. 

El Príncipe del reino vecino, que se llamaba Eric,  se enamoró a primera vista de la Princesa Ru, tan pronto la vio entrar en sala de baile, e ignorando a todas las demás princesas y duquesas que habían asistido a su cumpleaños, el Príncipe Eric bailó todo la noche con la Princesa Ru, y antes de que saliera el sol y ésta se marchara, le regaló una pequeña cadena de oro como símbolo de su amor.

Al amanecer, cuando el Príncipe Ru llegó a su habitación, se lanzó a su cama a llorar, confundido, porqué a pesar de ser hombre, también se había enamorado del Príncipe Eric, y entre sollozos se quedó dormido apretando fuertemente en su mano derecha la cadena que le había regalado.

Un poco después del mediodía, el Príncipe Eric, llegó al castillo del Príncipe Ru preguntando por la Princesa; pero cuando el Rey, padre de Ru, le dijo que él no tenía ninguna hija, y que solo tenía un hijo, el Príncipe Eric se negó a creerle. 

El Rey, para demostrarle al Príncipe Eric que decía la verdad, mandó a llamar a su hijo, quien seguía dormido en su recámara privada. 

Pero cuando el Príncipe Ru se presentó ante ellos, medio dormido; a pesar de lo despeinado y lo hinchado que tenía los ojos de tanto llorar, el Príncipe Eric, que reconoció en él la cadena de oro que guindaba de su cuello y los ojos de la Princesa con la que había bailado la noche anterior, corrió hacía él y le dio un gran abrazo y un tierno beso en los labios. 

El Rey, a ver a su hijo besándose con otro hombre, ordenó, furioso, a los guardias reales, que los separaran, que encarcelaran al Príncipe Eric en las mazmorras de su castillo y que encerraran a su hijo en su recámara privada. 

De regreso en sus aposentos, el Príncipe Ru, se lanzó de nuevo sobre su cama a llorar, aún más confundido que antes, porque aparte de su amor prohibido, también lo confundía la reacción violenta de su padre. 

De pronto, entre sollozos, el Príncipe Ru, escuchó un toqueteó en su ventana, y cuando la abrió para ver qué pasaba, un cuervo horrible entró volando en su habitación, soltó sobre la cama una daga que llevaba en sus patas y salió volando tan rápido cómo había entrado. 

El Príncipe Ru, agradecido con el cuervo, por darle la solución a todo su sufrimiento y confusión, agarró la daga entre sus manos y la clavó sobre su corazón, muriendo instantáneamente. 

Mientras tanto, en las mazmorras del castillo, el Príncipe Eric también lloraba, pero no de confusión, porque a él no le importaba que Ru fuera hombre, si no de rabia y frustración al no poder estar con el amor de su vida porque el Rey no entendía que el amor no tenía límites. 

De pronto, entre los barrotes de la pequeña ventana que había en la mazmorra del Príncipe Eric, se coló en horrible cuervo, qué después de haber visto al Príncipe Ru quitarse la vida, le había sacado la daga de su corazón y llevándola entre sus patas, la dejó caer sobre el regazo del Príncipe Eric. 

El Príncipe Eric, al entender su significado, soltó un gran grito de dolor, y se lanzó al piso abrazando fuertemente la daga, que todavía tenía rastros de sangre de su amado, sobre su pecho.

El cuervo esperó a que el Príncipe Eric, se clavara, también, su daga en el corazón; pero al ver que éste no lo haría, se fue volando, graznando ruidosamente. 

A pesar de que el Príncipe Eric no le entregó su vida al cuervo, no pudo comer ni beber, el pan y agua que le daban en la mazmorra cada mañana, por el dolor y sufrimiento que sentía; y al cabo de una semana, murió con la esperanza de reencontrarse con su amor, el Príncipe Ru, en el más allá y ser felices en la eternidad. 

Fin.