- ¡AAAAAHHHHHHG! -gritó el pequeño, en medio de la madrugada, despertando súbitamente de su sueño.
- ¿Qué pasó, querido? -le preguntó su padre, abriendo bruscamente la puerta de la habitación y corriendo a él para abrazarlo-. ¿Qué paso? ¡Estás pálido y sudoroso! ¿Qué pasó?
- ¡Aléjate! ¡No te me acerques! -gimió el pequeño, alejando a su padre con puñetazos.
- ¡Ey! ¡Ey! ¿Qué pasa? Tranquilo...
- Uhmn, eh... -balbuceó el pequeño, recobrando sus sentidos-. ¡Fue horrible, papá! ¡Horrible!
- ¿Qué pasó? -preguntó de nuevo el padre, abrazando a su hijo-. Cuéntame, por favor...
- Tuve un sueño terrible, papá -confesó el pequeño, abrazándolo fuertemente-. En el que el próximo viernes trece tú y mamá me amarraban a una mesa llena de símbolos de raros y luego, poco a poco, fueron cortando y marcando todo mi cuerpo con una daga muy extraña.
- Oh... ya... ya... tranquilo -le susurró su papá al oído, dándole pequeñas palmaditas en la cabeza-. Solo fue una profecía.
- ¡¿Una profecía?!
- Digo, una pesadilla, una pesadilla, mi lengua se enredó, disculpa, solo fue una pesadilla -sentenció su padre, sonriendo macabramente-. Una pesadilla... Así que, vamos, tranquilo, vuelve a dormir y descansa, que hoy es viernes trece y necesito que estés calmado y relajado para lo que te espera en este día tan especial.
Fin.
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