1375 - El Deseo (In)Mortal.

Sir Helder Amos | domingo, abril 26, 2020 |
Después de más de cuarenta años perdido en la cueva, el débil anciano se asomó por un pequeño agujero en una pared de barro y por fin la vio. La lámpara mágica reposaba en un pequeño pedestal a tan solo un metro dentro de la pared.

Con ayuda de su bastón, logró abrir un poco más el agujero, lo suficiente para poder meter su brazo y sacarla. Pero cuando lo hizo y agarró fuertemente con sus dedos el frío metal de la lámpara, sintió que la jalaban del otro lado, así que se aferró a ella y forcejeó con la fuerza enemiga.

Entre este jaleo la lámpara fue frotada y una espesa nube de humo negro salió de ella. Sin embargo, a pesar de que la nube lo cegó, lo ahogó y el anciano sintió que la cueva se le venía encima, no soltó la lámpara.

- ¿Quien osa a interrumpir mi sueño? -se escuchó una poderosa voz por toda la cueva.

Y mientras el eco retumbaba la pregunta, la nube se fue disipando, mostrando la escena.

- ¡Vaya, vaya! ¡Primera vez qué pasa esto! -exclamó la voz del genio, que tomó la forma de un hombre oscuro.

La pared que escondía la lámpara se había derrumbado, y en medio de la cueva estaba parado el anciano con su brazo estirado sosteniendo la lámpara por un lado, mientras que por el otro la sostenía un jovencito en la misma posición.

- Tendrán que dividirse los deseos, -dedujo el genio, ojeando a súper velocidad un pequeño libro que había hecho aparecer en sus manos-, no puedo conceder más de tres deseos a la vez, y como ambos frotaron la lámpara al mismo tiempo.

- Yo deseo -empezó a decir el anciano, con su arrugada y lenta voz- que me vuelvas...
- No te preocupes, anciano, -lo interrumpió el muchacho-, Yo solo tengo un deseo. ¡Genio, deseo ser inmortal!
- ¿Qué? -se preguntó el anciano, incrédulo.
- ¡Vaya, vaya! ¡Qué interesante! -exclamó el genio, tronando los dedos dramáticamente-. ¡Concedido!
- ¡Espera, no! -empezó a decir el anciano...
- Muchas gracias genio, y no se preocupe, anciano -lo interrumpió de nuevo el muchacho-, puede quedarse con los dos deseos que restan, mi inmortalidad es más que suficiente, así que hasta luego, bye, bye -añadió el muchacho, antes de darse media vuelta y perderse de vista en un santiamén.
- Espera... no, no sabes -lo intentó detener el anciano, demasiado tarde.
- Eso lo deja a usted con dos deseos -señaló el genio-, ¿que va a desear amo? ¿Juventud? ¿Dinero? ¿Virilidad?
- ¡Bah! Nada de eso, -espetó el anciano, con tono fastidiado-. Yo lo que deseo es ser mortal.
- ¿Cómo? ¿Qué? ¿Usted es inmortal? -apresuró las preguntas el genio, incrédulo.
- Sí, desde hace más de seiscientos años, -confesó el anciano-, ese pobre muchacho no sabe en lo que se ha metido. ¡Esto es una maldición!
- Sí que lo es, -estuvo de acuerdo el genio, soltando un suspiro-, pero al menos usted ha estado libre todos esos años.
- No te preocupes, yo te liberaré, solo deseo ser mortal, nada más, está larga vida me ha enseñado que cualquier placer o sufrimiento es momentáneo, tenerlo todo no lo hace a uno feliz y no tener nada no lo hace a uno sufrir menos, así que usare mi tercer deseo para liberarte.
- ¡Vaya! ¿En serio? -chilló el genio, emocionado-. Entonces ¿qué estamos esperando? Formalicemos sus deseos.
- Esta bien, -dijo el anciano, parándose firmemente ayudado de su bastón-. Genio, deseo volver a ser mortal.
- ¡Claro que sí! -exclamo, tronando los dedos-. ¡Concedí... ¿Qué?! ¡No! ¡Espere!

Desafortunadamente para el genio, tan pronto le concedió el deseo al anciano, este se convirtió en polvo y se desvaneció en el aire.

Fin.

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1374 - Los Malos Consejos de una Prostituta

Sir Helder Amos | domingo, abril 19, 2020 |
Cuando la prostituta entró al baño para arreglarse el seno que se salía por el escote y retocarse el maquillaje que se le había chorreado de tanto sudar mientras bailaba en el tubo, se sorprendió al encontrar en el piso a una mujer llorando desconsoladamente.

- ¡Querida, ¿qué te pasa?! -le preguntó, tirando su maquillaje a un lado y lanzándose al piso junto a la extraña para abrazarla, - ¡¿Qué tienes?! ¿Qué te pasó?
- Nada, es solo que odio mi vida y no lo soporto más -confesó la extraña, sollozando-. Mi marido me es infiel, odio mi trabajo, siempre estoy sola en mi casa y no puedo mas, odio mi vida.
- ¡Ay, querida, lo siento mucho! -trató de consolarla la prostituta, sobándole la cabeza y desbaratándole el copete que tenía-. Mira, yo sé que no te conozco, pero por lo que me cuentas estás siendo infeliz por elección propia.
- ¿Qué dices?... ¡No entiendes!
- Sí entiendo, y entiendo perfectamente, tú tienes en tus manos la opción de ser feliz, si tu esposo te es infiel y eso te hace infeliz, pues divórciate y búscate un hombre que te respete. Si tu trabajo te hace infeliz, pues renuncia y búscate un trabajo que te guste así no sea tan oneroso, y con eso, a medida que empieces a ser más feliz con tu vida, empezarás a disfrutar incluso de la soledad.
- No es tan fácil...
- Sí, sí lo es, solo tienes que ajustarte bien la falda y hacer lo que sea mejor para ti -continuó la prostituta, pero mientras hablaba las puertas del baño se abrieron y tres mujeres bien copetudas entraron sin ser vistas ni oídas.
- ¿Sabes qué?... Tienes razón -acordó la extraña, secándose las lagrimas-. Si todo eso me hace infeliz... Tienes razón, dejaré a mi esposo y renunciaré a mi trabajo.
- ¡¡¡¿¿¿Qué???!!! -chillaron al unísono las tres mujeres que habían entrado.
- ¡Ay, amigas, están aquí! -exclamó la extraña al ver a las mujeres.
- ¿Cómo vas a dejar a tu marido? -le preguntó una.
- ¿Qué vas a hacer si renuncias a tu trabajo? -le preguntó otra.
- ¿Estás loca? ¿Qué va a decir la gente? -le preguntó la tercera.
- No sé... no había pensado en eso... yo solo quiero ser feliz y los consejos que esta mujer me está dando me parecen los más adecuados...
- ¡¡¡¿¿¿Y vas a seguir los consejos de una prostituta???!!! -exclamaron las tres al unísono.
- Yo... pues.. -balbuceó la extraña.
- Bueno... -empezó a decir la prostituta, soltando a la extraña y poniéndose de pie al escuchar todo esto-, yo solo te digo, querida... -continuó, mirándose en el espejo y arreglándose el seno que tenía fuera del escote-, que yo disfruto lo que hago y soy feliz en la vida.

Y sin decir más nada, la prostituta dio media vuelta y salió del baño, dejando a la extraña sola con sus tres amigas para que ellas le dieran mejores consejos que los que ella le había dado.

Fin.

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1373 - La Primera y Última Cacería.

Sir Helder Amos | lunes, abril 13, 2020 |
- Así es, hijo... respira profundo... relájate... centra tu mirada... y ¡Dispara!

¡PUM!

- ¡Felicitaciones hijo! ¡Lo hiciste! ¡Cazaste tu primer pato! -celebró el padre, en medio del bosque, apuntando al animal que yacía muerto a unos metros de distancia.
- ¡¿Lo hice?! ¡¿En serio?! ¡No puedo creerlo! ¡Mi primera caza! ¡Estoy tan feliz! -celebró el joven.
- ¡Sí, lo hiciste hijo! Esta noche cenaremos bien gracias a ti. -lo felicito el padre, dándole un medio abrazo por los hombros-, ahora anda a recoger tu presa. Anda, ¡Ve por ella!

El muchacho se encaminó con una sonrisa, pero al llegar a donde estaba el pato, comenzó a llorar, porque a medida que caminaba, unos doce patitos salieron de alrededor de la víctima y la rodearon, graznando tan tristemente que apagaron el regocijo del muchacho.

- ¿Qué pasa, hijo? ¿Todo bien? -le preguntó su padre, acercándose al notar que tardaba mucho en regresar.
- Creo que maté a su mamá, -chilló el muchacho, señalando los patitos.
- Ay, hijo, como lo siento, pero no tienes porque llorar -trató de consolarlo su padre, tomándolo de nuevo por los hombros-. Los patitos van a estar bien, no tienes porque ponerte así, todo es parte de la naturaleza y la vida. Ellos crecerán y se convertirán en patos grandes y fuertes.
- Y luego, yo volveré a cazarlos cuando sean adultos-gimoteó el muchacho, sintiéndose atormentado por su conciencia.
- Bueno sí, pero ¿qué te puedo decir, hijo? Eso es parte de la naturaleza, nosotros no hicimos las reglas, ni somos los únicos que cazamos para comer, los leones también lo hacen, y los lobos, los zorros y un montón animales más. Así que no llores más, ¿sí?

El muchacho asintió con la cabeza y el padre, dedicándole una sonrisa se acercó al pato para recogerlo, pero cuando se puso de cuclillas para meterlo en la bolsa, uno de los patitos agarró una rama que había en el suelo con su pico y con una fuerza increíble apuñaló el pecho del hombre. Quien cayó boca arriba, escupiendo y ahogándose en su propia sangre por unos segundos antes de morir.

- ¡¡¡Papá!!! -gritó el muchacho horrorizado al ver lo que había pasado, e intento acercarse a él, pero el pato que lo había matado dio un saltito sobre el cuerpo del hombre con un pequeño aleteo y soltando la rama que sostenía con su pico, empezó a hablar imitando la voz de su padre.
- No te preocupes, vas a estar bien, todo esto es parte de la naturaleza, tu vida va a seguir y te convertirás en un hombre grande y fuerte, pero escucha mi advertencia, así como tú vas a crecer, yo también lo haré, así que si vuelves por este bosque a intentar cazarme o alguno de mis hermanitos...

Pero le muchacho salió corriendo antes de que el patito terminara su advertencia y desde entonces, más nunca volvió al bosque y prefiere trabajar duro para ganar dinero y comprar sus patos congelados en el supermercado.

Fin.

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1372 - Un Amor Fantástico.

Sir Helder Amos | miércoles, abril 08, 2020 |
En medio de aquel restaurante lujoso, él se acercó a su oído y le susurró: “Te amo”. Sin embargo, ella, al escuchar esas palabras comenzó a llorar.

- ¡Tengo que decirte algo! -le dijo entre sollozos.
- ¿Si? Dímelo, pero no llores no me gusta verte así -le suplicó el hombre.
- No, aquí no puedo, además tengo que mostrarte o no me creerías, vayamos a un lugar más privado -sentenció ella, llorando-. Vamos a mi departamento.

Sin embargo, durante todo el camino ella no paró de llorar. Y cuando hubieron llegado ella lo invitó a pasar y que se pudiera cómodo.

- ¿Es verdad lo que me dijiste en el restaurante? -le preguntó ella, secándose las lágrimas.
- Sí, yo te amo -le aseguró.
- Entonces... tengo que mostrarte algo - dijo, desabrochándose el pantalón.
- ¿Qué haces, querida? ¡Yo no te dije que te amaba para esto! ¡Podemos seguir esperando hasta que estés lista!
- No, no es eso, si no que yo no he sido completamente honesta contigo -confesó ella, balbuceando.
- Pero, ¿qué es? ¿Dime? -suplicó el hombre, sufriendo tanto como ella al verla llorar.
- Es que yo no soy esto que ves.
- ¿Qué? ¿Cómo?
- Yo no soy esto -explicó ella, señalando todo su cuerpo-. Todo esto es una gran farsa. Una gran mentira.
- No entiendo, ¿a qué te refieres? -preguntó el hombre, palideciendo.
- Pues yo... no siempre he sido mujer... -confesó ella, sin parar de llorar, mientras se bajaba el cierre del pantalón-, mira...
- ¿Qué..? -preguntó el hombre, muy confundido y aterrado-. ¿Entonces..? ¡No me digas! ¡Detente! ¡No quiero ver! ¡No quiero saber!
- Por favor, yo también te amo, y necesito que sepas la verdad -continuó ella-. Mira...
- ¡No! ¡No! ¡No! -gritó el hombre, tratando de taparse los ojos.
- ¡Mira! -gritó de nuevo ella, quitándose los pantalones de un jalón y a medida que estos bajaban por sus piernas, una brillante luz resplandeció y al apagarse dejaban ver una brillante y escamosa cola de pescado-. ¡Soy una sirena!
- Ja, ja, ja, ¡una sirena! -celebró nerviosamente el hombre al verla-. ¡Solo eres una sirena! Ja, ja, ja.
- ¿Estás bien? - le preguntó ella, confundida al ver su reacción-. ¿No te molesta? ¿No vas a correr? Te veías tan asustado hace tan solo unos segundos.
- Ja, ja, ja, estoy bien querida, un poco impactado, je, je, y disculpa es que he pensado que eras algo peor que en verdad me ha aterrorizado pero, ¿una sirena? Eso no es tan malo, puedo vivir con eso, ademas, ahora puedo decir que mi amor por ti es fantástico.

Fin.

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1371 - La Vida Fácil de los Demás.

Sir Helder Amos | miércoles, abril 01, 2020 |
Cuando regresaron al establo de dar un paseo con los amos, el caballo le dijo al poni.

- ¡Qué envidia! Tú si qué la tienes fácil, solo te montan niños. En cambio yo tengo que cargar con los adultos que son más grandes y más pesado.
- ¡Bah! Estas equivocado, - refutó el poni-. A pesar de que es cierto que los niños son más pequeños y menos pesado que los adultos, yo también lo soy. Así que lo tengo igual o aún más difícil que tú, porque a diferencia de los adultos, los niños no saben montar bien y casi todo el tiempo me patean y me jalan el pelo de la crin.
- Oh, cierto, discúlpame, yo pensé que los poni la tenían más fácil -se excusó el caballo-. Los que la tienen fácil son los caballos de carrera, porque sus jinetes siempre son pequeños y livianos.
- Ni tanto, -le aseguró el poni, un poco fastidiado-. Porque a pesar de que jinetes son livianos, ellos tienen que galopar a toda velocidad y eso es extenúante, si nosotros nos cansamos cuando salimos a marchar a paso ligero, imagínate ellos...
- Cierto, cierto, no había pensado eso... -acepto, el caballo, pensativo-, entonces ¿sabes quienes la tienen fácil?... ¡Los burros!
- ¡Ay ya cállate! -le espetó el poni, dejándolo solo y yéndose al otro lado del establo.

Fin.

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