895 - La medalla de oro.
894 - La luz de mi vida.
893 - El detector de tesoros.
>> Empecé a seguir el rastro del tesoro utilizando mi preciado detector, y cuando llegue a donde ella estaba tomando el sol, los beep se hicieron tan rápidos y fuertes que hacían la maquina vibrar en mi brazo.
- Disculpe, señorita, me da un permiso, creo que he encontrado un tesoro justo donde usted está.
>>Sonriendo y sonrojándose un poco, la bella joven movió su toalla y se apartó del lugar sin reprocharme mi intromisión en su baño de sol, diciendo: "Pero si encuentras algo me das la mitad ¡Eh!"
>>Pero, para mi sorpresa, cuando la hermosa joven se movió y escaneé el lugar donde ella estaba, mi detector no respondió, frunciendo el cejo, lo apagué, lo encendí de nuevo y lo volví a intentar, pero nada; luego, al ver a la bella joven sonriendo picaramente por la pena que mi detector me había hecho pasar, una idea se me vino a la cabeza y apunté mi maquina hacía ella, al hacerlo, el aparato empezó a vibrar y a sonar de nuevo.
- Disculpe, señorita; pero ¿Que va a hacer esta tarde? - le pregunté.
>> Y así fue como encontré al gran tesoro que fue tú madre - le dijo el hombre a su hijo, mientras posaba una delicada rosa roja sobre la tumba de su mujer en la playa - en este mismo lugar, con ese detector que tengo guindado en la sala de la casa, y aunque ella decía que el detector solo reaccionaba por los aretes de oro que llevaba puesto ese día, yo estoy seguro que no fue solo por eso.
892 - El día después.
891 - El hada macabra.
Después de que su padre, el Rey, le prohibiera ir a visitar a su amiga plebeya en el pueblo, la Princesa regreso a su habitación llorando desconsoladamente y justo en ese momento, fue visitada por un hada madrina que le dijo tiernamente:
- No llores, querida, dime lo que tu corazón desea para hacerlo realidad y transformar esas lágrimas de tristeza en lágrimas de felicidad.
- Quiero... Quiero... - dijo la Princesa entre sollozos - Quiero ser la reina de este pueblo ya, para que nadie pueda prohibirme nada, ni siquiera mi padre, y así ser libre de hacer lo que quiera, cuando quiera.
- Esta bien querida, cumpliré tu deseo, - le dijo el hada, dándole un beso en la frente a la Princesa y recostándola sobre su cama - ahora duerme, y mañana cuando despiertes serás la nueva reina de este pueblo.
Esa noche, mientras la Princesa dormía, el hada madrina guardo su varita mágica y sacó su látigo, pinzas, tijeras y pistolas para pasar la noche haciéndoles pagar a los reyes, con sus vidas, por todas las lágrimas de tristeza que le habían hecho derramar a la pobre Princesa.
Fin.
890 - El salero de arsénico.
889 - El toro daltónico.
888 - Temporada de gallinas.
887 - El diluvio.
886 - La tarjeta negra.
- ¿Por qué no vamos a tomar el té en otro lado? - dijo la invitada.
- Porque no tengo dinero - dijo la dueña de la casa.
-¿Estás bromeando?
- Para nada amiga.
- ¿Cómo no vas a tener dinero con esta gran casa, ese carro último modelo que tienes parqueado en tu garage y todas tus tarjetas negras?
- Ay amiga, si supieras, esta gran casa está hipotecada, mi carro, todavía lo estoy pagando, y mi tarjeta negra, ¿crees que es negra porque tengo mucho dinero? No, es negra porque, al contrario, tengo muchas deudas.
- Oh, disculpa amiga, nunca pensé...
- Tranquila, ¿quieres leche en tu té?
- Si, por favor, y dos cubos de azucar.
885 - La gran depresión económica.
- Alo.
- Hola, ¿Cómo estás? - le dijo su amiga, preocupada.
- Eh, bien - respondió dubitativamente - ¿y tú?
- No me engañes, no estás bien, tengo días que no te veo, tienes días sin salir de la casa ¿no es cierto?
- Eh, sí, pero no es por lo que crees que es...
- ¡Estás deprimida otra vez! ¡Lo sabía! ¿Por qué no me habías llamado para hablar al respecto?
- No es eso...
- ¡Vamos, vistete vamos a salir!
- No puedo...
- ¡Nada de eso! Ya voy por ti, no voy a dejar que te hundas de nuevo es ese pozo de oscuridad ¡Vistete!
- Espera, escuchame, en verdad no puedo salir, y no es porque este deprimida, o bueno, quizás si lo estoy, un poco, pero no por lo que crees, no tengo dinero, es por eso que llevo días sin dejar mi apartamento, no tengo dinero ni para comprarme un agua, así que mejor me en casa.
- ¿Segura que es solo por eso?
- Si, segura, es una depresión estrictamente económica.
- Bueno, vistete de todas maneras, yo te invito, no vemos en 20 ¡Bye!
Y colgó el teléfono, sonriendo, porque todo había salido mejor de lo que se esperaba.
884 - La gran pirámide.
Al amanecer, me monté en un camello y me adentré en el desierto, usando la gran pirámide que se levantaba a mi horizonte cómo guía, al principio, a medida que marchaba hacía ella, sentí que me acercaba a mi destino con cada paso que daba mi animal, pero luego, sin importar cuantas horas marchara, la gran pirámide se veía más lejos que nunca.
Después de varias semanas de viaje, mi camello se murió deshidratado, y yo tuve que seguir mi viaje solo, más lento, porque ahora en vez de avanzar sobre cuatro patas, marchaba sobre mis dos pies; aunque habían dias en los que no me detenía, podía caminar todo el día sin sentir sed, ni hambre; pero a veces el sol y el calor me jugaban bromas pesadas, porque me hacían alucinar y ver, como en la gran pirámide que se levantaba a mi horizante, se abria un gran ojo para verme y mantenerme vigilado todo el tiempo.
Ahora que han pasado años desde que me perdí en el desierto, sigo marchando hacía la gran pirámide que todavía se ve a lo lejos; pero cada día con más ansias de llegar a ella, porque ahora, entre tantas aluciones, quiero comprobar yo mismo, si ese gran ojo que, a veces, veo, está, o no, fijado en las rocas amarillas de esa gran estructura que guia mis pasos.