1382 - Blanca Nieves y la Manzana Orgánica.

Sir Helder Amos | martes, junio 30, 2020 |
Cuando la poción de la muerte dormida estuvo lista, la bruja se aseguró de seleccionar la manzana más grande, roja y provocativa, para envenenarla y que la pobre princesa no pudiera resistirse a aquel fruto que una vez fue prohibido. 

Sin embargo, la bruja no tomó en cuenta el efecto que los siete enanitos, quienes llevaban años viviendo en el bosque, alejados de toda sociedad y progreso, habían tenido en la hermosa princesa desde que empezó a vivir con ellos. 

- ¡Toma, querida, te regalo esta deliciosa manzana por ayudar a esta pobre y humilde viejecita! -le ofreció la bruja disfrazada, tras pedirle a Blanca Nieves un poco de agua. 
- ¡Oh, no, no, no es necesario! -la rechazó la princesa, que ahora usaba unas gigantescas gafas de pasta negra-. Solo haberla ayudado me hace muy feliz. 
- No me desprecies, querida, a mi me haría muy feliz verte comer mi manzana, por favor acéptala y haz a esta pobre viejecita feliz -insistió la bruja. 
- Muy bien, la aceptaré, pero solo para hacerla feliz -aclaró la princesa, y tomó la manzana en sus manos y se la llevó lentamente a la boca. La manzana era realmente hermosa y enorme, su color rojo vivo era impresionante y su aroma tan fuerte como un perfume. 

La bruja miraba como Blanca Nieves se llevaba la manzana a la boca con intensidad e impaciencia, y casi había empezado a celebrar cuando la hermosa princesa se detuvo y se puso a observar mejor la fruta. 

- ¡Qué manzana tan peculiar! 
- ¡Sí, querida, y se ve deliciosa, vamos, pruébala! -insistió la bruja. 
- No lo sé, siento que algo no anda bien...
- ¡Tonterías, querida, es la mejor manzana que he conseguido!
- Por eso mismo, es tan...  perfecta... -continúo Blanca Nieves-. Esto no está bien, ¿Esta manzana es orgánica? 
- ¿Ah? -preguntó la bruja confundida.
- ¡Lo sabía! ¡Esta manzana debe ser genéticamente modificada! -aclaró Blanca Nieves-. Los siete hombrecitos me han hablado y alarmado mucho sobre esto, ahora las frutas las alteran genéticamente para producirlas en masas, y también me han dicho que para que no tengan detalles y los insectos no las arruinen usan muchos pesticidas que son dañinos para la salud.
- ¿Qué? ¿Qué? ¿Qué? -repitió la bruja, todavía confundida. 
- Sí, los siete hombrecitos me han enseñado a comer solo frutas orgánicas, naturales... -siguió explicando Blanca Nieves, dejando la manzana envenenada en la cesta que llevaba la bruja y, tras rebuscar en ella, sacó del fondo una manzana pequeña, de opaco color y toda golpeada-. ¡Cómo está!  Esta se ve más natural, menos provocativa, cierto, pero más sana y mejor para el cuerpo. 
- ¿Te han dicho eso los enanos? -le preguntó la bruja, con una extraña expresión en su rostro.
- Sí, ¡pero no los llames así, eso es ofensivo! -reclamó Blanca Nieves -. He aprendido mucho de los siete hombrecitos, como por ejemplo, ¿ves esos trazos en el cielo? - señaló Blanca Nieves-, ellos me enseñaron que esos son trazos químicos que hacen que nos enfermemos y que...
- ¡Muchas gracias por todo, querida! -la interrumpió la bruja súbitamente-. Pero acabo de recordar que me tengo que ir. ¡Hasta pronto! -se despidió, agarrando su cesta de manzanas y alejándose de la casa de los siete enanitos a toda velocidad sin ni siquiera voltear para ver a Blanca Nieves despedirla con la mano. 

En su camino de regreso al palacio, a pesar de que su plan había fallado, la bruja, a medida que el hechizo que había usado para transformarse en una pobre viejecita se agotaba, se sintió muy segura de sí misma y de su belleza porque, aunque Blanca Nieves era la más bonita del todo reino, no representaba competencia ni peligro alguno porque se había convertido en una loca de remate. 

Fin.

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1381 - El Recetario del Mago.

Sir Helder Amos | viernes, junio 26, 2020 |
Había una vez un gran mago que era conocido desde oriente hasta occidente por lo poderosas y efectivas que eran todas las pociones que preparaba, así que naturalmente era admirado y amado por unos y detestado y menospreciado por otros. 

Este gran mago siempre llevaba consigo un desgastado libro forrado en cuero debajo del brazo, en el cual tenía escrito todas las recetas de las pociones que preparaba. Así, que el mago cuidaba el libro como si fuera su vida y no se lo prestaba a nadie. Sin embargo, siempre estaba dispuesto a compartir sus recetas con quien se lo pidiera amablemente y tuviera buenas intenciones.

Un día, una bruja arpía, cansada de ver que sus pociones siempre terminaban hechas menjurjes biscozos y asquerosos, maquinó un plan para robarle el recetario al mago. Así que se hizo pasar por una pequeña e indefensa damisela que no podía dormir debido a una maldición. Y el mago, que había tomado la tarea de romper todas maldiciones que pudiera con sus pociones, la fue a visitar de inmediato. 

La bruja, al saber mucho de maldiciones, convenció rápidamente al mago con su acto de damisela maldita y le pidió de que le preparase una poción para dormir para romper la maldición. 

El mago procuró en su libro la receta para la poción y se puso manos a la obra, mientras tanto la bruja se ofreció a prepárale algo de comer como agradecimiento por su ayuda. De tal manera, la bruja planeó todo para que la comida estuviera al mismo tiempo que la poción que estaba preparando el mago. Y así, ella insistió en el que el mago comiera antes de que ella se tomara la poción para dormir. 

El mago aceptó muy halagado, porque para él esas muestras de agradecimiento valían más que cualquier pago, sin embargo, no se percató que la bruja había tomado un poco de la poción para dormir que él mismo había preparado y le había echado unas gotas a su comida. Así que tan pronto probó la comida, el mago se quedó profundamente dormido sobre su plato lleno de comida.

La bruja vitoreó al ver que su plan había funcionado, pero cuando tomó el recetario del mago y lo empezó a hojear para ver sus fórmulas se decepcionó al ver que todas las páginas estaban en blanco así que, enojada, le lanzó el libro al mago que yacía dormido sobre la mesa. Pero cuando el libro toco el cuerpo del mago, la bruja notó que las paginas se llenaron de palabras y las recetas aparecieron. 

- ¡Ajá! -exclamó la bruja, al descubrir el secreto del recetario, y tras pensarlo por unos minutos, no se le ocurrió mejor idea que copiar una a una las recetas del mago antes de que despertara.

 Así que la bruja se sentó a la mesa y acomodo todo para que la mano inerte del mago siempre estuviera tocando el libro para que las palabras aparecieran y ella pudiera copiarlas. 

Sin embargo, el mago tenía cientos de recetas y la bruja sabía que no tenía mucho tiempo, así que trató de copiar las recetas de la forma más breve posible, lo que la llevó a cometer un grave error. 

Todas las recetas del mago terminaban con lo que él llamaba su ingrediente secreto: “una pizca de amor” y la bruja al no conocer el amor, no pudo aguantarse una carcajada al ver este ingrediente y decidió no copiarlo en ninguna de las recetas para ahorrar tiempo. De tal manera, se sintió afortunada al ver que había terminado de copiar todas las recetas antes de que el mago despertara, y huyó del lugar sin dejar rastro. 

De regreso a su caldero, la bruja, emocionada por tener las recetas del mago, intentó preparar una de las nuevas pociones que había obtenido, pero a pesar de que midió los ingredientes meticulosamente y siguió los pasos al pie de la letra, su poción terminó convertida en un engrudo marrón maloliente. 

Confundida y enojada, la bruja intento otra receta pero resultó en lo mismo, luego otra y otra sin obtener resultados diferentes. 

- ¡Patrañas! -gritó enfurecida, lanzando todas las hojas que tanto trabajo le había costado copiar al fuego debajo de su caldero, sin comprender que ninguna de sus pociones funcionaban porque había dejado por fuera el más importante, mágico y poderoso ingrediente. 

Fin.

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1380 - El Nadador Iluminado.

Sir Helder Amos | domingo, junio 14, 2020 |
Iban a ser las 3 de la mañana en aquel oscuro y casi desolado pub. En el bar, la única persona que quedaba en el lugar, era un hombre de pelo largo desaliñado, barbudo y mal oliente. 

- ¡OTRO! -pidió amargamente, poniendo brusca y estruendosamente el vaso sobre el mostrador. 
- ¿No le parece que ha bebido demasiado? -le preguntó amablemente el cantinero.
- ¡Otro, doble! -solícito el hombre, pasándose la mano por la cabeza y quitándose por primera vez en toda la noche el pelo de la cara. 
- Lo que usted diga, en un momento.... esperé... yo lo conozco -dijo el cantinero, al verle el rostro- ¿De dónde? - añadió, dubitativo. 
- Pero yo a usted no -sentenció obstinadamente el hombre, dejando caer de nuevo el pelo sobre su cara.
- ¡Ah! ¡Ya sé! ¡¿Usted no es el famoso Nadador Iluminado que salió en la prensa y la televisión hace años porque podía caminar sobre el agua?! -inquirió el cantinero, poniéndole la bebida al frente de su cliente. 
- ¡NO! ¡No lo soy! -negó el hombre, pasándole su tarjeta de crédito. 
- ¡Sí, sí lo es! -confirmó el cantinero, al ver el nombre impreso en la tarjeta. 
- Lo era, pero ya no lo soy más, así que no, no lo soy -terminó aceptando, amargamente, el hombre. 
- ¿Qué le pasó? -le preguntó con sincera curiosidad el cantinero-. Eso que usted hacía era milagroso, caminar sobre el agua, ¡Bíblico! Y de verdad parecía iluminado en sus fotos y reportajes... 
- ¡Pamplinas! -gruñó el hombre, dándole un gran trago a su bebida-. Nadar, la natación era mi pasión, pero mi curiosidad y ganas de saber más de la cuenta me hizo dejar las piscinas a un lado para buscar la tal llamada iluminación, y sí, la encontré, pero ¿a qué precio? Desde que la encontré puedo caminar sobre el agua y hacer uno que otro “milagro”, pero al mismo tiempo no pude nadar más nunca. ¿Sabía eso? Le apuesto que nunca lo mencionaron en los reportajes. Desde entonces, cada vez que intento meterme en una piscina o en el mar, me quedo parado en la superficie sin poder sumergirme. Así que ya no soy un nadador y eso me amarga tanto que ya no pueden decirme iluminado, porque lo único que hago es beber para ver si puedo olvidar todo y poder volver meterme al agua. 
- ¡Vaya! Lo siento mucho -le dijo el cantinero, compadecido y, sirviéndole otro trago doble rebosante  trató de animarlo diciéndole-. Beba, que este va por la casa. 

Fin.

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1379 - La Maldición de la Torre de Babel.

Sir Helder Amos | miércoles, junio 10, 2020 |
- So, where should I put the materials?
- Che cosa?! Non capisco i piani di costruzione, non posso leggerli!!!
- Répétez! Répétez! Dites-moi une autre fois que je ne vous comprends rien. 
- ¿Ah? ¿Qué pasa? ¿Por qué están hablando tan raro? ¿Cuando comenzamos? 
...
...
- ¡Bah! -dijeron todos al unísono después de unas largas horas de mal entendidos y abandonaron el gran proyecto. 

Fin.

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