Desde que vio a través de su bola cristal a aquel apuesto hombre que se dirigía a su tienda, el corazón de la bruja dio un brinco al mismo tiempo que su estómago se llenó de mariposas. “¡Debe ser él!” pensó, emocionada, “¡El amor de mi vida!”.
Así que, cuando la campanilla de la puerta principal sonó al abrirse, la bruja ya se había maquillado, arreglado, y puesto su mejor turbante para recibir a aquel hermoso hombre alto, blanco, musculoso, con ojos color miel y abundante cabello y barba negra azabache.
- Buenas –anunció el hombre su llegada, con una voz gruesa, pero cálida y encantadora.
- Por acá… -lo llamó la bruja con una voz seductora, desde el cuarto trasero de la tienda.
- ¿Bu-buenas? –repitió el hombre, un poco nervioso, tras pasar la cortina de cristales que los separaba y entrando en un pequeño cuarto a media luz, cuyas paredes estaban recubiertas por telas moradas, y que se encontraba nublado por el humo de las decenas de varillas de incienso que habían encendidas por todo el lugar.
- Siéntese –lo invitó la bruja, señalando la silla que estaba al otro lado de la única mesa que había en la pequeña habitación y sobre la cual reposaba una brillante bola de cristal.
- Gra-gracias…
- Deme su mano… -lo incitó la bruja, extendiendo la suya-.
Shhh, no diga nada –añadió, tomando la fuerte, venuda y áspera mano del hombre entre las suyas y acariciándola con sus suaves, delicados y finos dedos.
La bruja pasó un largo momento de silencio acariciando la mano del hombre y, a pesar de que no sabía nada de quiromancia, se arriesgó y sugirió:
- Busca el amor, ¿no?
El hombre asintió tímidamente, a pesar de que una chispa se había encendido en sus ojos.
- Muy bien, veamos que le depara el futuro –anunció la bruja, soltándolo y cerrando los ojos antes de empezar a sobar la bola de cristal-. Umnn… Omnn… Veo… Veo…
A este punto, el hombre se encontraba sentado al borde de la silla y tan inclinado hacia delante que casi le pegaba la frente a la bola de cristal para tratar de ver lo mismo que viera la bruja en ella.
- Veo… Omn… Veo que el amor está muy cerca –empezó a predecir la bruja, sin ni siquiera abrir los ojos.
- ¿Está segura? –inquirió el hombre, viendo como una pequeña sombra aparecía dentro de la bola de cristal.
- Sí, el amor está muy cerca… Mucho más de lo que se imagina.
- ¿Y que más ve?
- Veo… Umn… Veo… Una mujer.
- ¿Una mujer? –indagó hombre, mientras la pequeña sombra dentro la bola tomaba la forma de otro hombre.
- Sí, veo una mujer alta, hermosa, de piel blanca y ojos oscuros, -continuó la bruja, describiéndose a sí misma y abriendo un poquito su ojo izquierdo para ver la reacción de su cliente-. Umn… también veo que esta mujer tiene manos suaves y delicadas, y que posee un don muy especial.
- ¿Segura-segura? –repitió el cliente, observando como la pequeña sombra dentro de la bola de cristal se había convertido en un hombre alto, delgado y con aspecto intelectual.
- Oh sí, muy segura –aseveró la bruja, cerrando nuevamente su ojo al ver que su cliente le había quitado la mirada de la bola de cristal y se había quedado viéndola anonadado-. De hecho, veo que esta mujer… Umnn… Veo que esta mujer está muy próxima a usted… Sí… Esta mujer está cerca de usted en este preciso momento…. Umnn… Sí, muy cerca… Omnn… Esto no puede ser posible, pero veo que esa mujer está aquí, en esta misma habitación y que podría decirse que está frente a sus narices –concluyó la bruja, pero antes de que pudiera llevar a cabo su acto final y hacerse la sorprendida, escuchó la campanilla de la puerta principal sonar y, al abrir los ojos, descubrió decepcionada que el amor de su vida se había marchado.
Fin.
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