1370 - La Marioneta Libre.

Sir Helder Amos | jueves, marzo 26, 2020 |
Después de la presentación, el titiritero regresó a su habitación y colocó la caja con la marioneta en el alféizar de la ventana, mirando hacia la hermosa luna creciente que parecía sonreír, y luego salió a disfrutar la noche.

Pero mientras el titiritero estaba afuera, la marioneta empezó a llorar desconsoladamente mientras miraba el cielo estrellado, y un gato callejero que se paseaba por el tejado de las casas escuchó su llanto.

- ¿Estás bien? -le preguntó el gato, acercándose.
- No, no estoy bien, estoy cansado -se quejó la marioneta, que guindaba de las cuerdas atadas a la cruz de madera que reposaba sobre la caja-. Estoy cansado de que el maestro haga conmigo lo que se le venga en gana, todo lo que hago es porque es su voluntad y no lo mía. Él me hace bailar, me hace cantar, me hace llorar, me hace pelear, me hace reír, me hace amar, me hace sufrir, pero yo nunca pedí nada de eso, estoy cansado de que con solo mover sus manos tenga el poder de manipularme y me haga actuar  a su conveniencia solo para su entretenimiento y el de otros.
- ¡Vaya! No es fácil ser una marioneta -dijo el gato, sentándose a su lado.
- No lo sé, creo que el del problema soy yo -confesó la marioneta-. Mis demás hermanos están felices por que el maestro les da vida, sentimientos y acciones, pero yo... yo solo quiero ser libre.
- Lo siento mucho, ¿hay algo en que te pueda ayudar?  -se ofreció el gato, lamiéndose los bigotes.
- No, no lo creo... aunque... espera... Eres un gato, ¿no?
- Miau
- Entonces, quizás tú podrías liberarme, ¿crees que podrías usar tus filosas garras para cortar estas cuerdas que hacen que mi maestro me manipule?
- Sí podría, -respondió el gato-. Pero, ¿qué harás una vez que seas libre?
- ¡No lo sé! Nunca lo había pensado, pero seré libre, podré hacer lo que yo quiera cuando quiera -meditó la marioneta-. Entonces, ¿me ayudas?
- Claro, porque no...

El gato entonces levantó una de sus patitas y, al contraer los músculos de sus dedos, unas filosas garras florecieron, las cuales utilizó para cortar las cuerdas que ataban a la marioneta, primero cortó la que sostenía el pie derecho, luego siguió al brazo derecho, después saltó al otro lado y cortó la del pie izquierdo y brazo izquierdo, hasta que quedó solo una, desde la cual guindaba la marioneta por su cabeza.

- ¿Estás seguro de esto?  -le preguntó el gato, antes de cortar la última cuerda.
- Sí, por favor, libérame -aseguró la marioneta.

Acto seguido, el gato cortó la última cuerda y la marioneta se desplomó sobre el alféizar de la ventana y cayó sobre el techo de unas casas abajo de donde estaba con un gran estruendo que espantó al gato y lo hizo salir corriendo, dejándola olvidada.

Afortunadamente, la marioneta no sintió nada, pero cuando intento levantarse, descubrió que a pesar de ser libre, su cuerpo no tenía vida sin las cuerdas que le daban movimiento cuando su maestro las movía con sus manos. Así que permaneció allí, inerte y sin sentimientos, bajo el sol inclemente en los días de verano y cubierto de fría nieve durante el invierno, cuestionándose si esa era la libertad que tanto había soñado.

Fin.

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1369 - Entre Sapos Y Príncipes.

Sir Helder Amos | sábado, marzo 21, 2020 |
Cuando la Princesa regresó del estanque, llamó con urgencia a su criada para que la aseara, porque estaba despeinada y tenía el vestido y sus guantes llenos de barro.

- ¿Cómo le fue en su búsqueda? -le preguntó la criada mientras la desvestía.
- ¡Terrible! -se quejó la princesa-. Besé a todos los sapos del estanque y ninguno se convirtió en príncipe.
- Lo siento mucho -le dijo la criada-. Por cierto, su majestad, quizás hoy sea la última vez que la asista.
- ¡¿Qué?!
- Me voy del palacio.
- ¿Por qué? ¿No te sientes cómoda aquí? -le preguntó la princesa, tomándole la mano-. Pensé que éramos amigas.
- Sí, lo somos, su majestad, de hecho me duele mucho dejar el palacio, porque yo la quiero más que como una amiga, como una hermana. Pero... -empezó a balbucear la criada.
- ¿Qué pasa? -indagó la princesa, apretando más fuerte la mano de su criada.
- No sé si deba contarle esto, pero... me voy a casar.
- ¡Ay que maravilla! -se regocijo la princesa, agitando en sus manos la mano de la criada-. ¿Con quien? ¡Cuéntamelo todo!
- Con el príncipe del reino vecino -balbuceó la criada.
- ¿Qué...? Pero... ¿cómo?... -inquirió la princesa, soltando bruscamente la mano de su criada.
- Bueno, todo empezó cuando el príncipe vino a visitarla pero...
- Sin ofender, pero tú eres una plebeya, -la interrumpió la princesa, anonadada- ¿Por qué el príncipe te elegiría a ti y no a mi?
- Ay su majestad, discúlpeme, no pensé que la noticia le afectaría tanto.
- No entiendo, no entiendo -se repitió la princesa a sí misma.
- Sí me permite, su majestad, yo puedo explicarle.
- Por favor, ilumíname, -le suplicó la princesa-. Yo he pasado todos los días de mi vida visitando estanques y besando sapos para encontrar al príncipe de mi vida sin obtener resultados, mientras que tú, que te la pasas encerrada en el castillo limpiando y sirviendo, te has conseguido a un príncipe. ¡No lo entiendo!
Pero la criada guardó silencio.
- ¿No me ibas a explicar? -la apremió la princesa, con lágrimas los ojos,
- No es necesario, su majestad, usted acaba de hacerlo.

Fin.

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1368 - La Mansión De Ensueño.

Sir Helder Amos | miércoles, marzo 18, 2020 |
-  Los pisos son de mármol -recalcó la vendedora de bienes raíces-. Las barandas de la escalera son de caoba con los pasamanos cubiertos en bronce. Mientras que todos los candelabros que guindan del techo son de oro puro. Los retratos de las paredes son de reconocidos artistas. ¡Ah! Y la piscina tiene calefacción.
- ¿En serio? Pero hay algo que no entiendo... si esta mansión es tan majestuosa, ¿por qué la están vendiendo tan barata?
- El dueño necesita el dinero y  quiere salir de ella lo más pronto posible -respondió la vendedora rascándose la nariz.

De pronto se escuchó una especie de sollozo por toda la casa.

- ¿Qué fue eso?
- Eh... a veces el viento, cuando pasa por las ventanas y puertas, hace ese ruido -explicó apresuradamente la vendedora.

Pero segundos después, todas las puertas y ventanas se cerraron de golpe.

- ¡¿Y eso?!
- Eh... este... el mismo viento cuando sopla muy fuerte cierra las puertas y ventanas -balbuceó la vendedora-. Por cierto, si firma el contrato hoy mismo le daremos un 10% de descuento -añadió.
- ¿En serio? No lo sé, esta muy linda la mansión, pero siento que hay algo más...
- ¡No hay nada! -bramó la vendedora-. Le daremos un 15% de descuento...

Pero mientras negociaba, se escuchó de nuevo el sollozo por toda la casa.

- ¿De nuevo? Pero... ¿cómo?... ¿Ese sonido no lo hacía el viento?
- ¡50% de descuento! -gimoteó la vendedora, al darse cuenta que habían descubierto su secreto.
- ¡La compro!
- ¿En serio? -le preguntó la vendedora, incrédula.
- ¡Sí!, dijiste 50% de descuento, ¿no?
- Sí, pero como puede ver, esta mansión está... -empezó a confesar la vendedora.
- Entonces la compro, no puedo perder esta oportunidad. ¡Siempre he querido una mansión embrujada!

Fin.

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1367 - La Migración Invernal.

Sir Helder Amos | miércoles, marzo 11, 2020 |
- ¡Otro piña colada! -exclamó el gringo, mientras abanicaba su rostro colorado con un gigantesco ventilador de papel- ¡muy fría, por favor, muy fría! -añadió, secándose el sudor de la frente y poniéndose cómodo en su hamaca mientras pensaba, con una sonrisa, como decir “el mejor invierno de mi vida” en español.

Fin.

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