La cabeza cornuda del pequeño demonio no paraba de subir, bajar ni de girar a los lados mientras este dirigía su mirada del deslumbrante piso de mármol, a las hermosas pinturas colgadas en las paredes, al bello candelabro de oro que guindaba del techo, a las brillantes telas que cubrían al altar y a los olorosos ramos de rosas que habían por todo el lugar.
- ¡Fuera demonio! -gritó el cura, saliendo de detrás de unas cortinas del fondo de la iglesia-. ¡Parece que has perdido tu camino!
- ¿Perdido yo? -refutó el demonio, burlándose y acostándose en la banca en la que estaba sentado-. Todo lo contrario, al fin siento que he encontrado mi lugar.
- ¡¿Cómo te atreves?! -bramó el cura, acercándose al demonio con paso fuerte.
- En las puertas de este hermoso lugar, hay hombres que no pueden entrar por andar descalzos, mujeres que les impiden el paso por estar semidesnudas y jóvenes que tienen prohibida la entrada por actuar extraño y oler a tabaco -explicó el demonio, estirando una mano al ramo de rosas que tenía más cerca para sacar una y llevársela a su nariz-. Este lugar me gusta -añadió, antes de pegarle un mordisco a la rosa-. Es exquisito... como yo.
- ¡Blasfemia! -exclamó el cura, corriendo hacia el demonio para reprenderlo. Pero cuando llegó hasta donde él estaba, lo encontró profundamente dormido. Y al verlo dormir tan plácidamente como un angelito, su corazón se enterneció y lo arropó con su sotana para que no sintiera frío.
Fin.
Si te gustó este cuento y te gustaría ayudarme a mantener 365 Microcuentos en línea, puedes dejarme una propina en PayPal.me/helderz o a través de CashApp $Helderz ademas, no olvides de seguirme en:
Google Play Store: 365 Microcuentos
Twitter: @365Microcuentos
Facebook: @365Microcuentos
Instagram:@365Microcuentos