1366 - El Demonio Perdido

Sir Helder Amos | martes, febrero 18, 2020 |
Las puertas de la iglesia se abrieron de golpe y por ellas entró un pequeño demonio morado. Quien, asombrado por el esplendor de la casa de Dios, tomó un lugar en la banca más cercana y se sentó para admirar mejor la belleza del lugar.

La cabeza cornuda del pequeño demonio no paraba de subir, bajar  ni de girar a los lados mientras este dirigía su mirada del deslumbrante piso de mármol, a las hermosas pinturas colgadas en las paredes, al bello candelabro de oro que guindaba del techo, a las brillantes telas que cubrían al altar y a los olorosos ramos de rosas que habían por todo el lugar.

- ¡Fuera demonio! -gritó el cura, saliendo de detrás de unas cortinas del fondo de la iglesia-. ¡Parece que has perdido tu camino!
- ¿Perdido yo? -refutó el demonio, burlándose y  acostándose en la banca en la que estaba sentado-. Todo lo contrario, al fin siento que he encontrado mi lugar.
- ¡¿Cómo te atreves?! -bramó el cura, acercándose al demonio con paso fuerte.
- En las puertas de este hermoso lugar, hay hombres que no pueden entrar por andar descalzos, mujeres que les impiden el paso por estar semidesnudas y jóvenes que tienen prohibida la entrada por actuar extraño y oler a tabaco -explicó el demonio, estirando una mano al ramo de rosas que tenía más cerca para sacar una y llevársela a su nariz-. Este lugar me gusta -añadió, antes de pegarle un mordisco a la rosa-. Es exquisito... como yo.
- ¡Blasfemia! -exclamó el cura, corriendo hacia el demonio para reprenderlo. Pero cuando llegó hasta donde él estaba, lo encontró profundamente dormido. Y al verlo dormir tan plácidamente como un angelito, su corazón se enterneció y lo arropó con su sotana para que no sintiera frío.

Fin.

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1365 - La Mejor Terapeuta.

Sir Helder Amos | lunes, febrero 10, 2020 |
Cuando llegó a casa, después de su primer día de trabajo, volvió a sonreír al ver a su esposo parado en medio de la sala con una botella y copa de vino en una mano, y un paquete de sus cigarrillos favoritos en la otra.

- ¡Sorpresa! - le dijo, señalando con sus manos llenas el título que  había guindado en la pared-. Lo enmarqué; para que puedas verlo a diario y recordar que todo tu esfuerzo valió la pena. ¿Cómo estuvo tu primer día?
- ¡Terrible! -se quejó la mujer, arrebatándole el paquete de cigarrillos y encendiendo uno-. Hoy tuve cinco clientes, una más loca que la otra.
- ¿Mujeres, todas? -le preguntó su esposo, sonriendo, mientras le servía una copiosa copa de vino.
- ¡Gracias! Sí, mujeres todas. La primera, fue una mujer histérica: gritaba, reía estruendosamente y de pronto se quedaba callada, pero repentinamente comenzaba a gritar de nuevo, fue una locura y lo peor es que era tan escandalosa que no entendía ni una palabra de lo que me decía.
- ¿Y las demás? -le preguntó su esposo, viéndola con una gran sonrisa en su rostro-. Me dijiste que una fue más loca que la otra.
- Sí, -afirmó, tras aspirar su cigarrillo y tomar un poco de vino-. La segunda fue una mujer depresiva, suicida, se quería matar porque la dejó el esposo. Durante el tiempo que la atendí, sentía que me robaba mi felicidad.
- ¿Pero estás bien?
- Sí, sí, ya lo estoy. La tercera cliente me hizo olvidar todo el sufrimiento de la anterior, -continuó la mujer, fumando y bebiendo mientras relataba su día-. Fue una mujer obsesiva compulsiva, interrumpía la sesión cada 5 minutos para aplicarse antibacterial en las manos, porque le daban miedo los gérmenes.
- ¡Ja, ja! Un poco parecida a ti, ¿no?
- A mi me gusta la limpieza, pero no al extremo... Pero bueno, la cuarta fue una esquizofrénica, desde que esa mujer llegó, empezó a hablar de hadas, energía y las cosas que ella veía y que nadie más podía ver.
- Bueno, una mujer sensitiva...
- Sensitiva no, una loca, una bruja -sentenció la mujer, aspirando su cigarrillo.
- ¡Ja, ja, ja! ¿Y la última? ¿Tu quinta cliente?
- ¡Oh! Mi última cliente me dio mucha pena, una mujer con muchos problemas de autoestima a pesar de ser ridículamente hermosa, casi ni hablaba, solo balbuceaba murmullos y se escondía detrás de su brillante, lacio y largo cabello negro.
- Ah, pero esa no estuvo tan mal, ¿o sí?
- Me sentí apenada por ella, la verdad -confesó la mujer, mirando fijamente el título que su marido había colgado en la pared.
- ¿Todo bien? -le preguntó el hombre, al verla ensimismada.
- Oh, sí, disculpa querido, solo pensaba... ... ...  si hubiera sabido que esto iba a ser así, hubiera estudiado psicología en vez de estética y manicura. Esas mujeres se desahogan conmigo como si yo fuera su terapeuta.
- ¡Ahhh! -exclamó su esposo-. Pero te apuesto que si hiciste tu trabajo bien eres mejor que cualquier psicólogo en el mundo, porque te aseguro que cuando esas mujeres salieron del spa, lo hicieron sintiéndose más bellas, seguras y confiadas en sí mismas que tras visitar a cualquier psicóloco que usualmente solo las dejaría confundidas y llenas de dudas e interrogantes sin contestar, y eso, mi amada manicurista, te convierte en la mejor terapeuta.

Fin.

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1364 - El Aullido del Lobo Solitario.

Sir Helder Amos | sábado, febrero 08, 2020 |
A pesar de que siempre se había llamado a sí mismo un lobo solitario, esa noche en particular la soledad en su vida le estaba cobrando factura. Así que decidió tomar un paseo nocturno para apaciguar sus sentimientos.

Mientras caminaba por el parque, notó que la atractiva luna llena parecía más grande y brillante que siempre, y en un pequeño momento de locura, se puso las manos alrededor de la boca y aulló con todas sus fuerzas, tratando de expresar y exteriorizar la soledad que lo atacaba, como si fuera un lobo. Un lobo solitario.

“¡Estoy loco!” Pensó, sonriendo. “Loco y solo en este mundo...” Reflexionó, a medida que la sonrisa se borraba de su rostro. Pero de pronto, antes de que pudiera volver a al estado taciturno en el que se encontraba, escuchó a los lejos...

Auuuu

Y su sonrisa se re dibujó en su rostro.
Fin.

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