1336 - El Antropófago.

Sir Helder Amos | martes, julio 30, 2019 |
Todos mis amigos me llamaron loco cuando acepté la invitación al nuevo y misterioso restaurante de la ciudad, por parte de su excéntrico dueño. Pero no podía perder esa oportunidad, porque una reseña a ese lugar haría que mi sitio web tuviera miles o quizás, millones de visitas.

Para llegar al restaurante te recibían en un fabuloso Hotel ⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️, donde te vendaban los ojos y te montaban en un vehículo por aproximadamente 30 minutos. Nadie conocía la locación exacta del restaurante, porque todos los clientes llegaban con los ojos vendados.

El mismo dueño del restaurante, me quitó la venda cuando llegue al lugar y quedé un poco decepcionado. El lugar no era más grande que mi pequeño apartamento tipo estudio. Pero eso sí, todo el mobiliario era majestuoso: candelabros de oro guindaban del techo, manteles de la más fina y delicada seda, vajilla de plata y, cada butaca parecía un trono digno de la Reina de Inglaterra.

- Por aquí -me indicó el dueño, guiándome a una mesa para dos-. La verdad estoy muy emocionado por su visita, espero que su reseña pueda atraer más clientes.
- Todo dependerá del servicio y del sabor de la comida -le dije, examinando mi alrededor, habían pocas mesas y solo un par de ellas ocupadas, pero me pareció ver que en ellas estaba el Alcalde de la ciudad con su esposa y en otra el Arzobispo de la iglesia con un par de monaguillos.
- Espero todo sea de su agrado.

Tan pronto nos sentamos a la mesa, un mesonero, vestido como un mayordomo, se nos acercó y me dio la carta.

- Los precios son caros -me dijo el dueño, antes de que leyera el menú-. Si me permites, déjame invitarte el Especial de la Casa.
- Esta bien, -asentí, tras haber medio abierto el menú y verificar que todos los platos costaban más de 3 cifras-. ¿Usted me va a acompañar?
- Por los momentos no. No tengo hambre -respondió el dueño con una sonrisa y le ordenó al mesonero el especial de la casa por mí.

El plato llegó rápidamente y me dispuse a comerlo. La verdad era exquisito, el sabor era único, delicioso, y la carne era tan suave que se deshacía en mi boca, nunca había probado nada similar, era lo mejor que había comido en mi vida.

- ¡Esto está delicioso! ¿Qué es?
- Es la receta secreta de la casa -dijo el dueño, sonriendo.
- No es res, ni cerdo, ni conejo, -deduje, saboreando la suculenta carne-. Tampoco pollo, iguana, caballo, alce, ni llama.
- Nunca lo adivinará -dijo el dueño.
- ¿El especial es su plato favorito del menú? -le pregunté, rindiéndome ante el delicioso sabor, quería saber si habían otros platos tan sabrosos como el que me estaba comiendo.
- ¡Oh no! A pesar de haber fundado este restaurante, nunca he probado ninguno de los platillos que aquí servimos. Pero la mayoría de mis clientes dicen que el especial es el mejor.
- ¡Qué curioso que no coma la comida de su restaurante! -exclamé, con la boca llena-. ¿Es usted vegano? ¿Vegetariano?
- Ja, ja, no, no. Nada de eso. A mí me encanta la carne.
- ¿Y entonces? ¡Está es la mejor carne que he comida en mi vida!
- La cuestión es que yo no soy antropófago -dijo, expandiendo su sonrisa al maximo.
- Yo tampoco -respondí instantáneamente.
- ¿Estás seguro? -inquirió el dueño, intercambiando su pícara mirada entre mi plato y mi boca.

La idea me hizo sentir nauseas y corrí al baño, donde me forcé el vomito una y otra vez hasta que perdí el conocimiento.

Horas después desperté en uno de los muebles del hotel donde me habían recogido y regresé a casa confundido asqueado y, más que todo, avergonzado. Me sentía tan mal por lo que había comido que no pude escribir la reseña del lugar en mi sitio web.

Y lo peor de todo, es que a pesar de que esto sucedió hace un par de semanas, todavía no me he podido quitar el sabor de la carne de mi boca, porque muy interna y secretamente deseo volver a ese restaurante para repetir ese exquisito platillo.

Fin.

Para mantenerte al día con todos los microrrelatos nuevos, tips de escritura, datos, contenido extra y mucho más, sígueme en:
Google Play Store: 365 Microcuentos
Twitter: @365Microcuentos
Facebook: @365Microcuentos
Instagram:@365Microcuentos


1335 - El 26 Negro.

Sir Helder Amos | viernes, julio 26, 2019 |
Después de tanto girar, la esfera se detuvo en el número 3, rojo, y la ruleta se detuvo.

- ¡Casí! -gritó, enojado, dándole un golpe a la mesa, había apostado al número de al lado, el 26, negro-. Esta vez sí... -balbuceó, metiéndose la mano en el bolsillo, pero al sacarla y contar los billetes que le quedaban, volvió a golpear la mesa-. ¡Demonios!

Solo le quedaba el dinero de renta. No podía seguir jugando. Sin embargo, intentó sacar cuentas en su mente, pensando que gastos podía reducir para seguir jugando. Pero nada, los números no le daban.

- Apuesta el dinero de la renta -le dijo una vocecita al oído, y al ver sobre su hombro se encontró con que la voz provenía de un pequeño diablito rojo, aquel que siempre le susurraba que siguiera jugando.

Recontó el dinero.

- No, no, no, no puedo -se dijo.
- ¡Vamos apuéstalo! -insistió el diablito.

Se mordió los labios y vio el número 26, negro.

- ¡Apuéstalo todo! -le dijo una vocecita diferente al otro oído, y al girar la cabeza al otro lado vio al pequeño ángel vestido de blanco, que siempre le decía que dejara el juego y al que nunca le hacía caso.
- ¡¿Qué?! -preguntó confundido- ¡¿Tú también?!.

No lo podía creer. Su angelito le estaba diciendo que apostara, ¿sería una trampa? ¿O acaso, algún tipo de psicología inversa? Si perdía, quedaría en la calle.

- ¡Apuesta! -dijo el diablito.
- ¡Todo! -dijo el angelito.
- ¡Apuéstalo todo! -dijeron ambos al unísono

El eco de voces resonaban en sus oídos, mientras miraba fijamente el 26 negro, hasta que sus pensamientos fueron interrumpidos.

- ¿Va a apostar?  -le preguntó el croupier.

Contó el dinero de nuevo y sacudió la cabeza.

- No, me retiro -dijo, rindiéndose.

El croupier puso la esfera a girar. Mientras él se paraba y se retiraba, cabizbajo, de la mesa de la ruleta. Pero antes de salir de la sala de juego, lo invadió la curiosidad y volteó la cabeza para ver el resultado de la ruleta.

La esfera ya estaba deteniéndose y cayó con fuerza en el 0, verde, pero no se detuvo y rebotó al 3, rojo, antes de aterrizar en el 26, negro.

- Hubiera ganado -se dijo, bajando de nuevo la cabeza y saliendo del casino.

Fin.

Para mantenerte al día con todos los microrrelatos nuevos, tips de escritura, datos, contenido extra y mucho más, sígueme en:
Google Play Store: 365 Microcuentos
Twitter: @365Microcuentos
Facebook: @365Microcuentos
Instagram:@365Microcuentos


1334 - Sin Suerte en el Juego ni en el Amor.

Sir Helder Amos | miércoles, julio 24, 2019 |
Miró las cartas que tenía. Malísimas. Estaba perdido, era imposible que su hermosa contrincante tuviera una mano peor que la suya.

- ¿Qué te parece si además del dinero apostamos un beso? -le propuso, pensando que si la suerte no estaba de su lado en el juego, quizás el amor le sonreiría-. Si yo gano te doy un beso, y si tú ganas me das un beso.

La hermosa mujer asintió levemente con la cabeza.

El repartidor dio la señal. Ambos mostraron sus manos.

- ¡Empate! -anunció el repartidor, al ver que, por muy improbable que era, los dos tenían las mismas cartas: un Jack y un 2.

Ambos se quedaron con las ganas.

Fin.

Para mantenerte al día con todos los microrrelatos nuevos, tips de escritura, datos, contenido extra y mucho más, sígueme en:
Google Play Store: 365 Microcuentos
Twitter: @365Microcuentos
Facebook: @365Microcuentos
Instagram:@365Microcuentos


1333 - La Leyenda del Jackpot.

Sir Helder Amos | lunes, julio 22, 2019 |
- ¿Ya nos podemos ir? -le pregunté a mi novio, ya estaba fastidiada, el sonido de las tragaperras y los gritos de las personas jugando me tenían con dolor de cabeza.
- Solo un ratito más, querida, estoy seguro que la máquina está a punto de pagarme el Jackpot -respondió, sobándome la pierna.

Crucé los brazos y me enfurruñé.

- ¡Vamos! Querida, no te pongas así, recuerda que tú eres mi amuleto, y cuando te pones así no gano.
- ¡Tú nunca ganas! -me quejé-. Nunca te has ganando un Jackpot, es más, nunca en mi vida he visto a alguien ganarse uno. Los Jackpot nunca salen, solo son una leyenda.

Pero mi novio no me estaba prestando atención, estaba dando brinquitos en su asiento, golpeando la pantalla de la máquina tragaperras... dos logos de Jackpot seguidos, tres en línea, cuatro y... se atravesó un nueve.

- ¡Ay! ¡Casi!
- ¡¿Ves?! ¡Te lo dije! Esos Jackpot nunca salen.
- Sí salen, querida.
- Entonces, ¿por qué nunca he visto uno?
- Porque tu nunca juegas -me respondió mi novio a la ligera.

Pero sus palabras, a pesar de que estaba segura de que no las había pensado mucho, me dejaron pensativa.

- Dame unas monedas -le dije, metiéndole la mano en su bote y agarrando algunas.
- ¡Oh! ¡Así es que me gusta, querida! Juega y apuesta alto.

Le metí las monedas a la máquina que tenía más cerca y noté que con el crédito que me había marcado podía jugar una vez todas las líneas en apuesta máxima o una sola línea diez veces la apuesta mínima. Así que, para no gastar todas mis monedas en una sola jugada, preferí jugar una línea diez veces  en apuesta mínima.

Le di al botón, los símbolos de la pantalla comenzó a girar y aparecio un logo de Jackpot, dos, seguidos, tres, cuatro y, por último el quinto logo apareció formando una línea perfecta en la parte superior de la pantalla.

-¡Jackpot! -grité emocionada, no lo podía creer, no eran solo una leyenda, me había ganado un Jackpot, quizás por mi suerte de principiante.
- ¡¿Enserio, querida?! ¡¿Somos ricos?!
- ¡¡¡Sí!!! ¡Ven a ver!

Mi novio miró mi pantalla emocionado, pero al ver de cerca el resultado, me dio unas palmaditas en la espalda y me dijo:

- Casi, somos ricos.
- ¿Por qué? -le pregunté, confundida-. ¿No saqué Jackpot? ¡Ahí están los cinco símbolos!
- Sí, querida, pero en la línea superior, y tú solo jugaste la línea del medio. Si hubieras jugado en apuesta máxima si hubieramos ganado.

Al escuchar las malas noticias, me quedé viendo la pantalla de la máquina, pérdida en mis pensamientos.

- No es solo jugar por jugar, querida, es apostar y arriesgarse para ganar -me dijo mi novio, como si estuviera leyendo mi mente.
- Solo salió el Jackpot porque no estaba apostando en esa línea -le dije-. De lo contrario, no hubiera salido. Los Jackpot son solo una leyenda.

Fin.

Para mantenerte al día con todos los microrrelatos nuevos, tips de escritura, datos, contenido extra y mucho más, sígueme en:
Google Play Store: 365 Microcuentos
Twitter: @365Microcuentos
Facebook: @365Microcuentos
Instagram:@365Microcuentos


1332 - Calidez Musical.

Sir Helder Amos | jueves, julio 18, 2019 |
La tormenta empeoraba con cada minuto que pasaba, y el pobre músico, muerto frío al no tener ni un pedazo de leña para encender su chimenea, decidió ponerse a tocar su violín para mantenerse caliente.

Entre suspiros, el músico, tocó las más tristes melodías, las cuales, aunadas a la tormenta, creaban un ambiente melancólico.

Mientras tocaba, sentía que no tenía elección entre las piezas que sonaban, porque era como si ellas solas llegaran y se conectaran con él y su violín. Haciendo arder su alma de placer.

De pronto, un toc, toc, toc, en su puerta lo interrumpió.

- Querido vecino, soy del apartamento de arriba -le dijo aquel hombre de traje con zapatos brillantes que estaba parado sobre su tapete que leía bienvenidos-. Quisiera invitarlo a la fiesta que estamos teniendo, porque nos alegraría mucho que nos deleite con su esplendorosa música, mis amigos y yo somos amantes del violín, y nos encantaría que pudiera tocarnos ciertas piezas, un poco más alegres, para animar nuestra velada.
- Eh.. no lo sé... -balbuceó el músico.
- Arriba tenemos un caluroso fuego encendido y bastante comida -añadió el hombre de traje, al echarle un vistazo al deplorable y lúgubre estado en el que estaba el apartamento del músico.
- Muchas gracias por su ofrecimiento, vecino, pero así como estoy me encuentro bien. Quizás en otra ocasión -sentenció el músico, cerrándole la puerta en la cara al hombre de traje.

Sacudiéndose el mal sabor del encuentro acababa de suceder, el músico retomó su violín y continuo tocando sus tristes melodías, sientiendo aquella misteriosa conexión musical de antes, que lo mantuvo cálido durante toda la noche tormentosa.

Fin.

Para mantenerte al día con todos los microrrelatos nuevos, tips de escritura, datos, contenido extra y mucho más, sígueme en:
Google Play Store: 365 Microcuentos
Twitter: @365Microcuentos
Facebook: @365Microcuentos
Instagram:@365Microcuentos


1331 - La Redención.

Sir Helder Amos | lunes, julio 15, 2019 |
- Para redimirte, por haberlo dejado escapar -expresó calmadamente el jefe, botando el humo de su tabaco mientras hablaba-, tendrás que matar a su hija.
- Muy bien, jefe, así será.
- Usando esto -añadió, lanzándole una escopeta con la mano que tenía libre.
- Sí, jefe, como usted diga.
- Y tendrás que hacer que parezca un suicidio.
- ¿Qué? ¡Jefe, eso es imposible! ¿Cómo una niña de 3 años puede suicidarse con una escopeta?
- No lo sé, pero estoy seguro de que encontrarás la manera... A no ser que quieras fallarme de nuevo.
- No, no, jefe. Jamás. Lo haré. Lo haré, como usted desee.
- Así me gusta, -aprobó el jefe, inhalando de su tabaco-. Y espero que esto te sirva de lección, porque la próxima vez no seré tan condescendiente, y el más mínimo error podría costarte la vida -añadió, sonriendo macabramente.

Esa noche no pudo dormir, pensando un plan para llevar a cabo su redención, pero después de horas y horas de darle vuelta al asunto, entendió que todo era farsa. No tenía oportunidad de redimirse ante el jefe. Así que en un intento desesperado para redimirse, llamó a la policia y les contó todo lo que sabía.

Amaneció muerto, pero con una peculiar sonrisa en su pálido y frío rostro que no había sonreído en años.
Fin.

Para mantenerte al día con todos los microrrelatos nuevos, tips de escritura, datos, contenido extra y mucho más, sígueme en:
Google Play Store: 365 Microcuentos
Twitter: @365Microcuentos
Facebook: @365Microcuentos
Instagram:@365Microcuentos


1330 - El Pasatiempo o la Vocación.

Sir Helder Amos | viernes, julio 12, 2019 |
No necesitaba nanotecnología para escribir microcuentos, porque llevaba la literatura en su sangre. Sin embargo, su filosofía de solo escribir para sí mismo hizo que, a pesar de sus dotes para ser un gran escritor, terminara dando charlas de neurología barata para subsistir aunque no le gustara. 

Fin.

Para mantenerte al día con todos los microrrelatos nuevos, tips de escritura, datos, contenido extra y mucho más, sígueme en:
Google Play Store: 365 Microcuentos
Twitter: @365Microcuentos
Facebook: @365Microcuentos
Instagram:@365Microcuentos


1329 - El Terror de los 30s.

Sir Helder Amos | miércoles, julio 10, 2019 |
Un pánico siniestro se apoderó de ella al verse esa mañana frente al espejo.

“Esa no soy yo” se dijo, al ver su reflejo. Negó con la cabeza, se sacudió y rascándose los ojos, se pellizcó el brazo una y otra vez para despertar de esa horrible pesadilla.


Pero al sentir el dolor en su brazo, descubrió que sí era ella y que eso que veía en su frente era una arruga.

- 😱😱😱 ¡NOOOOOOO! 😱😱😱

Fin.

Para mantenerte al día con todos los microrrelatos nuevos, tips de escritura, datos, contenido extra y mucho más, sígueme en:
Google Play Store: 365 Microcuentos
Twitter: @365Microcuentos
Facebook: @365Microcuentos
Instagram:@365Microcuentos

⚠️ EXTRA ⚠️

Fan-Art de la usario de Twitter @zuliana140969

1328 - Las Galletas del Rey.

Sir Helder Amos | viernes, julio 05, 2019 |
Había una vez un Rey déspota y despiadado que trataba muy mal a todos su pueblo y sirvientes, a excepción de su cocinero. Al cuál siempre le daba generosos regalos y alababa las deliciosas comidas que este le preparaba. Por eso, el cocinero no tenía amigos en el palacio, porque todos le tenían envidia por ser el preferido del Rey.

Un día, el Rey leyó en un libro sobre un misterioso y delicioso postre al que le llamaban “Galleta” y le pidió a su cocinero que le preparara algunas.

Sin embargo, en ese reino las galletas no existían y el cocinero no sabía como hacerlas. Y cuando le dijo esto al Rey, sintió mucho miedo de que el monarca lo mandara a decapitar.

Pero como el cocinero era el favorito del Rey, este solo dijo que hiciera su mejor intento y que lo intentara todos los días hasta que hiciera unas deliciosas galletas como aparecían en el libro que había leído.

El cocinero, muy agradecido con el Rey, aprovechó esta oportunidad y, tras rebuscar en los más antiguos libros de la biblioteca real la receta para hacer galletas, finalmente la encontró y empezó sus pruebas pero, a pesar de que había encontrado la receta perfecta, añadió un ingrediente adicional con la esperanza de ayudar a los otros sirvientes. Quienes eran maltratados todos los días por el Rey.

El Rey, a quien le gustaba tener el control de todo en el palacio, le ordenó que le diera a probar todos sus intentos para ser él quien decidiera cual sería la galleta que más le gustará.

El primer día, el Rey no pudo morder las galletas por lo duras que habían quedado.

El segundo, el Rey casí vomitó por su amargo sabor.

El tercero, el Rey no pudo probar las galletas porque se le desasían en las manos cuando las agarraba.

Y de esta manera, el cocinero siguió intentando hacer las galletas del Rey, cambiando las medidas y los ingredientes todos los días para encontrar la fórmula perfecta.

Hasta que un día, después de varias semanas y cientos de galletas perdidas, el Rey probó las galletas y quedó fascinado.

- ¡Están deliciosas! -bramó entusiasmado-. ¡No quiero que nadie más toque mis galletas! ¡Me las voy a comer todas yo solo! -le ordenó a sus sirvientes.

Sin embargo, cuando el Rey se fue a dormir, todos los sirvientes aprovecharon la oportunidad y se colaron en la cocina para llevar a cabo un plan macabro que habían maquinado.

- ¡En verdad están deliciosas! -decían los sirvientes al comer las galletas-. ¡No dejemos ninguna y luego digámosle al Rey que fue el cocinero quien se las comió! Así lo mandará a decapitar y no tendrá más favoritos entre nosotros.

Pero esa noche todos en el palacio, a excepción del cocinero, murieron. Porque desde el primer día, el cocinero había añadido veneno a las galletas para librar al pueblo y a los sirvientes del malvado Rey.

Al día siguiente, cuando el cocinero vio que las galletas habían desaparecido y que todos los sirvientes también habían muerto, ignorante del odio y envidia que ellos sentían por él, se sintió tan culpable por haberlos envenenado que lloró desconsoladamente por aquellos que quería salvar y, para redimirse, se comió la última galleta que consiguió debajo de un estante y se fue a dormir.

Pero esa galleta era una de sus primeros intentos, las cuales no tenían tanto veneno, así que cuando el cocinero despertó, se encontró rodeado de toda la gente del pueblo, quienes lo interrogaron y le pidieron explicaciones de lo que había pasado. Y cuando el cocinero confesó, todos lo vitorearon y decidieron nombrarlo Rey a él por haber sido quien los había librado del antiguo y malvado monarca.

Desde entonces, el cocinero se convirtió en Rey y lideró a su pueblo con justicia, rectitud y humildad.  Porque a pesar de haberse convertido en el Monarca, él preparaba su propia comida y nunca ordenaba a ningún sirviente que hiciera cosas por él. Ni agua les pedía.

Fin.

Para mantenerte al día con todos los microrrelatos nuevos, tips de escritura, datos, contenido extra y mucho más, sígueme en:
Google Play Store: 365 Microcuentos
Twitter: @365Microcuentos
Facebook: @365Microcuentos
Instagram:@365Microcuentos


1327 - El Dinosaurio Asesino.

Sir Helder Amos | lunes, julio 01, 2019 |
Cuando salimos del cine, después de ver Parque Jurásico, mi hijo, dando brinquitos de emoción, me dijo:

- ¡Papá, yo quiero un dinosaurio asesino!
- ¿Un dinosaurio asesino? -repetí, consternado por la petición de mi hijo.
- ¡Sí! Un Tiranosaurio Rex, o un Velociraptor -exclamó mi pequeño-. ¡Con muchos dientes y garras afiladas!
- Pero hijo, esos dinosaurios son muy peligrosos, -le dije-. ¿No te gustaría mejor un Estegosaurio o un gigantesco Brontosaurio?
- No papá, esos dinosaurios son aburridos. Yo quiero uno feróz y asesino.
- ¿Y no te preocupa que te haga daño o que nos mate a todos? -le pregunté.
- No, porque lo cuidaría con mucho amor y cariño -sentenció mi pequeño, muy seguro de lo que decía.
- Está muy bien eso que dices hijo, pero a veces el amor y el cariño no son suficientes para donar a un animal salvaje.
- ¡Sí lo son! -protestó mi pequeño-. Y tengo pruebas de eso.
- ¿Ah, sí? ¿Cuáles son tus pruebas? -le pregunté.
- Pues, ¡tú!, ¡Papá! Mi mamá te domó con su amor y cariño -expuso mi hijo-. O ¿crees que yo no sé qué tú, antes de conocer a mamá, eras un asesino a sueldo?
- ¡Shhh! 🤫🤫 ¡Shhh! ¿Cómo lo...? -traté de callarlo, palideciendo y arrodillándome en frente de él para taparle la boca y no siguiera hablando-. ¡No digas esas cosas en voz alta! Y nunca repitas eso en público.
- Lo siento, papá -balbuceó.
- Muy bien -dije, soltándolo y sientiendome un poco aliviado-. Ahora, volviendo a tu dinosaurio asesino, creo que se me ha ocurrido una idea.

Esa misma tarde, mi hijo seleccionó la imagen de un feroz tiranosaurio Rex que me tatué en la espalda y que, además de recordarme mi pasado oscuro y el amor incondicional de mi familia que me cambió la vida, me convirtió en el papá más cool del universo.

Fin.

Para mantenerte al día con todos los microrrelatos nuevos, tips de escritura, datos, contenido extra y mucho más, sígueme en:
Google Play Store: 365 Microcuentos
Twitter: @365Microcuentos
Facebook: @365Microcuentos
Instagram:@365Microcuentos