1336 - El Antropófago.

Todos mis amigos me llamaron loco cuando acepté la invitación al nuevo y misterioso restaurante de la ciudad, por parte de su excéntrico dueño. Pero no podía perder esa oportunidad, porque una reseña a ese lugar haría que mi sitio web tuviera miles o quizás, millones de visitas.

Para llegar al restaurante te recibían en un fabuloso Hotel ⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️, donde te vendaban los ojos y te montaban en un vehículo por aproximadamente 30 minutos. Nadie conocía la locación exacta del restaurante, porque todos los clientes llegaban con los ojos vendados.

El mismo dueño del restaurante, me quitó la venda cuando llegue al lugar y quedé un poco decepcionado. El lugar no era más grande que mi pequeño apartamento tipo estudio. Pero eso sí, todo el mobiliario era majestuoso: candelabros de oro guindaban del techo, manteles de la más fina y delicada seda, vajilla de plata y, cada butaca parecía un trono digno de la Reina de Inglaterra.

- Por aquí -me indicó el dueño, guiándome a una mesa para dos-. La verdad estoy muy emocionado por su visita, espero que su reseña pueda atraer más clientes.
- Todo dependerá del servicio y del sabor de la comida -le dije, examinando mi alrededor, habían pocas mesas y solo un par de ellas ocupadas, pero me pareció ver que en ellas estaba el Alcalde de la ciudad con su esposa y en otra el Arzobispo de la iglesia con un par de monaguillos.
- Espero todo sea de su agrado.

Tan pronto nos sentamos a la mesa, un mesonero, vestido como un mayordomo, se nos acercó y me dio la carta.

- Los precios son caros -me dijo el dueño, antes de que leyera el menú-. Si me permites, déjame invitarte el Especial de la Casa.
- Esta bien, -asentí, tras haber medio abierto el menú y verificar que todos los platos costaban más de 3 cifras-. ¿Usted me va a acompañar?
- Por los momentos no. No tengo hambre -respondió el dueño con una sonrisa y le ordenó al mesonero el especial de la casa por mí.

El plato llegó rápidamente y me dispuse a comerlo. La verdad era exquisito, el sabor era único, delicioso, y la carne era tan suave que se deshacía en mi boca, nunca había probado nada similar, era lo mejor que había comido en mi vida.

- ¡Esto está delicioso! ¿Qué es?
- Es la receta secreta de la casa -dijo el dueño, sonriendo.
- No es res, ni cerdo, ni conejo, -deduje, saboreando la suculenta carne-. Tampoco pollo, iguana, caballo, alce, ni llama.
- Nunca lo adivinará -dijo el dueño.
- ¿El especial es su plato favorito del menú? -le pregunté, rindiéndome ante el delicioso sabor, quería saber si habían otros platos tan sabrosos como el que me estaba comiendo.
- ¡Oh no! A pesar de haber fundado este restaurante, nunca he probado ninguno de los platillos que aquí servimos. Pero la mayoría de mis clientes dicen que el especial es el mejor.
- ¡Qué curioso que no coma la comida de su restaurante! -exclamé, con la boca llena-. ¿Es usted vegano? ¿Vegetariano?
- Ja, ja, no, no. Nada de eso. A mí me encanta la carne.
- ¿Y entonces? ¡Está es la mejor carne que he comida en mi vida!
- La cuestión es que yo no soy antropófago -dijo, expandiendo su sonrisa al maximo.
- Yo tampoco -respondí instantáneamente.
- ¿Estás seguro? -inquirió el dueño, intercambiando su pícara mirada entre mi plato y mi boca.

La idea me hizo sentir nauseas y corrí al baño, donde me forcé el vomito una y otra vez hasta que perdí el conocimiento.

Horas después desperté en uno de los muebles del hotel donde me habían recogido y regresé a casa confundido asqueado y, más que todo, avergonzado. Me sentía tan mal por lo que había comido que no pude escribir la reseña del lugar en mi sitio web.

Y lo peor de todo, es que a pesar de que esto sucedió hace un par de semanas, todavía no me he podido quitar el sabor de la carne de mi boca, porque muy interna y secretamente deseo volver a ese restaurante para repetir ese exquisito platillo.

Fin.

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