- ¡Anda! ¡Ve y disfruta! Ya yo voy de salida en este mundo, pero tú eres un buen hombre, así que espero que tengas una vida muy feliz; pero no le reveles mi secreto a nadie, porque de lo contrario serás muy infeliz -le advirtió el viejo antes de morir.
El viajero esperó a que el viejo muriera y lo enterró al lado del camino. Luego, sacó el mapa y se dirigió al lugar marcado para ver si era verdad lo que le había dicho el viejo. Tras tres días de viaje, el viajero se encontró en un desierto, y tal como lo marcaba el mapa, allí, en el medio de la nada, había una pequeña fuente dorada ⛲️.
El viajero tomó del agua de la fuente e instantáneamente se sintió muy feliz. Así, que regresó a su pueblo natal y, olvidando la advertencia del viejo, le contó a todo el mundo que había encontrado la fuente de la felicidad.
Al principio nadie le creía, pero tras tanto insistir, un par de curiosos decidieron visitar la fuente y cuando regresaron al pueblo, confirmaron el descubrimiento del viajero. Por lo que toda la gente del pueblo viajó a la fuente y se corrió la voz de la existencia de aquella agua que brindaba felicidad.
Sin embargo, no habían bebido del agua de la fuente ni setenta personas cuando la fuente dejó de funcionar. El agua se había acabado. Y todos los pueblerinos, enfurecidos, empezaron a maldecir y a insultar al viajero, por haberlos sacado de su pueblo y de sus oficios en vano.
Desde entonces, tal como lo había predecido el viejo moribundo, el viajero fue muy infeliz, y por más de que año tras año visitaba la fuente para ver si volvía a dar agua, esta siempre estaba seca. Aunque tan pronto el viajero le daba la espalda, la fuente se encendía de nuevo y lanzaba sus chorros de agua hasta el cielo.
Fin.
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