En medio del bosque, en un claro muy difícil de acceder, había una pequeña aldea llena de hombres y mujeres trabajadores que vivían feliz venerando a los diferentes dioses y espíritus del bosque. Pero un día, mientras todos los aldeanos estaban en misa, vieron como el Sacerdote mató siete moscas de un solo ataque con su libro de oraciones.
Instantáneamente, el cielo se oscureció y de él descendió una gigantesca y grotesca mosca que, al ver a sus siete súbditos muertos, maldijo a la aldea con una plaga de moscas que nunca los dejaría comer, dormir ni vivir en paz. Y luego, ascendió a los cielos y desapareció tan rápido como había llegado.
Los aldeanos se sintieron aterrados, muchos gritaban de horror mientras otros se desmayaban; pero entre ellos había un joven que amaba matar moscas y, como odiaba su trabajo pastoreando las ovejas, se paró en frente de todos y les dijo:
- Aldeanos, no temáis, yo os propongo que de ahora en adelante, dejar mi trabajo de pastor y, en cambio, convertirme en matador de moscas, para librarnos de tan terrible maldicion.
Los aldeanos aceptaron la propuesta del joven y fue librado de su trabajo de pastor. Y desde ese mismo momento, en el cual cientos y miles de moscas empezaron a llegar, zumbando, por la aldea, tomó su mata moscas para comenzar la matanza.
Al día siguiente, todos los aldeanos se reunieron a lo que salió el sol y el joven anunció.
- El día de ayer maté más de dos mil moscas.
Y los aldeanos los aplaudieron y lo felicitaron. Pero esas dos mil no fueron suficiente, porque así como las mataba, más moscas llegaban zumbando a la aldea.
El segundo día, el joven mató más de 7 mil moscas y el tercero más de 13 mil, ante tales números los aldeanos lo aplaudían y felicitaban por su trabajo.
Pero a medida que pasaban las semanas y las moscas no se acababan, los aldeanos empezaron a quejarse del joven porque, al verlo divertirse y disfrutando tanto matar moscas todo el día, alegaron que no hacía más que jugar con las moscas sin hacer nada productivo par la aldea. De tal forma, acordaron que como su trabajo de matador de moscas no era suficiente contra la maldicion de la mosca gigante, el joven debería regresar a su antiguo trabajo de pastor o de lo contrario debería dejar la aldea, porque ellos no podían albergar a alguien sin trabajar.
Al escuchar la decisión de los aldeanos, el joven se sintió ofendido, porque a pesar de que era cierto que él se divertía haciendo su trabajo de matador de moscas, no era una labor fácil matar más de 16 mil moscas al día. Así que decidió dejar la aldea y no volver nunca más.
Los aldeanos expulsaron al joven de la aldea y luego celebraron su partida, porque según ellos se habían librado de un “aprovechado”. Pero a medida que las horas pasaban, lo empezaron a echar de menos, porque las moscas seguían llegando a la aldea y, sin nadie que las matara, sumaban y sumaban más a cada momento.
Al día siguiente, los aldeanos se arrepintieron de su decisión en contra del joven al verse inundados de moscas, y algunos fueron a buscarlo al bosque para pedirle que regresara, pero sin importar cuanto lo buscaran o llamaran, no lo encontraron y ninguno de los otros aldeanos era tan bueno matando moscas como lo era el joven que se había ido.
Eventualmente, fueron tantas las moscas que llegaron a la aldea que poco a poco todos fueron muriendo por accidentes por que las moscas no los dejaban ver, enfermedades que las moscas traían, y hasta asfixia, porque eran tantas las moscas que habían llegado a la aldea que se le metían en la boca y la nariz a la gente y no los dejaban respirar.
Así que de la aldea no quedó nada, porque las moscas se devoraron todo. Y respecto al joven matador de moscas, nadie sabe qué pasó con él luego de que dejó la aldea.
Fin.
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