1378 - Él, Manchado

Sir Helder Amos | domingo, mayo 24, 2020 |
A pesar de la gran sonrisa que le dedicaba a todos, ella se sentía muy incómoda en aquella fiesta de blanco, así que repetidamente se acercaba al hombro de su amigo y le susurraba:

- Puedes checarme el trasero, siento que estoy machada. 

Su amigo le echó un ojo y negó ligeramente con la cabeza, al no poder hablar por tener la boca llena. 

Minutos más tarde, ella se acerca de nuevo y le susurra: 

- ¿Me manché?
- Nop -negó de nuevo su amigo, tras mirarle rápidamente el trasero. 
- ¿A qué hora nos vamos? -le preguntó ella, fastidiada-. Por esto no quería acompañarte, vestirme de blanco me pone muy ansiosa cuando estoy menstruando.
- En un ratito nos vamos, -le dijo él-. Gracias por acompañarme, no quería venir solo ni perderme esta fiesta, la comida esta deliciosa.
- ¿Cómo haces para comer y beber tanto? -inquirió, realmente sorprendida-. No has parado de comer de todo desde que llegamos, ¿no te cae mal en el estómago? 
- Ja, ja, ja, no, mi estomago es de acero. 

Sin embargo, un par de minutos más tarde, él se le acerca a su amiga y le susurra. 

- ¿Puedes ver si me manché? 
- Ja, ja, ja, muy gracioso -empezó a replicarle ella con sarcasmo, pero al ver el rostro pálido de su amigo se detuvo de inmediato.
- Es en serio -sentenció él.
- ¿No me digas... ? -le empezó a preguntar, incrédula, mientras le echaba un ojo-. ¡Te manchaste!
- ¡VÁMONOS! 

Fin.

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1377 - El Narciso y el Proletariado.

Sir Helder Amos | jueves, mayo 14, 2020 |
Se dice que el Narciso es una flor que solo crece cerca de orillas de ríos, lagunas o de cuerpos de agua, porque es tan vanidosa que le gusta pasar sus días viendo su hermoso reflejo en el agua. Y así floreció el Narciso de esta historia, al lado de un suave río que le permitía siempre admirar su extrema belleza. 

Nuestro Narciso que floreció en primavera, no se aburría de ver su reflejo en el agua y se veía tan hermoso que empezó a pensar que, al ser tan bello, debía merecer siempre lo mejor de lo mejor. 

Así que cuando la época de polinizar llegó, esto fue lo que pasó:

- Hola, hermoso Narciso, ¿me das permiso para tomar un poco de tu polen? -le preguntó una abeja que solía polinizar cerca del Rio-. Estoy seguro de que al ser tan bello, tú polen debe ser el más dulce de todas las flores de la pradera.
- Gracias por el halago, pero ¿tú quien eres? -le preguntó el Narciso con un tono petulante. 
- Mi nombre es Buzzzrzzzrr (milésimo tercero),  y soy una simple abeja obrera de la colmena que está en aquel árbol de allá. 
- ¡¿Obrera?! -exclamó el Narciso con asco.
- Sí, ¿Puedo tomar un poco de tu polen pare llevárselo a nuestra Reina para que...?
- ¿Estas loca, abeja? ¿Quien te has creído tú para tomar mi polen? -lo interrumpió el Narciso-. ¿No ves mi belleza? ¿No ves mi esplendor? El polen de esta hermosa flor es mucho para una simple abeja obrera. Si hay una abeja que puede tomar mi polen, esa sería solamente la Abeja Reina de tu colmena. Nadie más.
 - Pero hermoso Narciso, somos nosotras, las abejas obreras, las que nos encargamos de polinizar la flores. La Abeja Reina no puede dejar la colmena.
- Entonces nunca tendrán mi polen, porque no pienso dárselo a unas simples obreras.
- Pero bello Narciso, si no nos dejas tomar un poco de tu polen nunca podrás reproducirte y dejar un legado de hermosos narcisos como tú. 
- No me interesa, fuera abeja obrera, ¡fuera!

De esta forma el Narciso espantó a la pobre obrera, y pasó el resto de la primavera espantando a las centenas de abejas que se le acercaban pidiendo tomar un poco de su polen, porque el Narciso era tan hermoso que las atraía desde los lugares más lejanos. 

Así, que una tras otra, las abejas obreras eran rechazadas y el Narciso siempre se sentía muy feliz cada vez que corría a una abeja, porque eso lo hacía sentir más bello e intocable. 

De igual forma pasó el verano, corriendo a las abejas obreras que se le acercaban, pero cuando llegó el otoño y el Narciso empezó a notar en su reflejo que su belleza se estaba comenzando a opacar, se preocupó mucho, porque ni una sola Abeja Reina se había acercado a tomar un poco de su polen, así que no había podido reproducirse. 

- ¡Oh, no! ¡Si no me reproduzco pronto, mi belleza morirá durante el invierno y el próximo año no abran flores tan bellas como yo en el mundo! -se decía, cada vez que una hoja de su tallo se tornaba amarilla. 

De tal forma, a medida que pasaba el otoño y su belleza se esfumaba, el Narciso se empezó a desesperar y se arrepintió de lo mal que había tratado a las pobres abejas obreras. Así que la próxima vez que una abeja pasó cerca de él, este la llamo y le dijo: 

- ¡Abejita, ven! ¿No te gustaría un poco de mi polen? 
- No gracias -respondió la abeja cortante. 
- ¿Pero por qué? ¿No ves que soy hermoso? ¡Nadie nunca ha tomado un poco de mi polen, tú serías las primera, estoy seguro que te encantará!
- ¿Hermoso? -repitió la abeja en tono burlón-. ¿Acaso no has visto tu reflejo? ¡Te estás secando! ¡Ya ni polen debes tener! Hasta luego.
- ¡Espera, abejita, espera!

Pero la abeja no regresó, y lo mismo pasó durante el resto del otoño con las cientos de abejas que pasaron cerca del Narciso, todas lo rechazaron porque se estaba secando. Hasta que finalmente el invierno llegó y el Narciso murió de frío. 

Fin.

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1376 - El Último Bombón.

Sir Helder Amos | domingo, mayo 10, 2020 |
Ese domingo, se paró más temprano de lo usual porque al fin había llegado su día. Así que tan pronto abrió los ojos corrió a su tocador y tras rebuscar por unos minutos en sus gavetas lo encontró.

El último bombón, de la caja de chocolates que había comprado hace años, antes de que la pandemia empezará, lucía tan delicado y apetitoso como siempre.

Con nerviosismo lo tomó en sus manos y miró el calendario, la última vez que se había comido uno de esos había sido en su cumpleaños, meses atrás, y de tan solo pensar que ese era el último de la caja le ponía los pelos de punta. Porque debido a la pandemia y el ataque alienígena, habían quedado confinados en sus casas viviendo de las provisiones básicas que el gobierno les daba, las cuáles nunca incluían bombones.

A pesar de que sus manos temblaban de la emoción, logró quitarle el envoltorio y apreció la belleza del chocolate por un momento, su color marrón oscuro le parecía inigualable. Luego se lo llevo a la nariz y lo olió, haciendo que su dulce y fuerte olor despertara aún más sus sentidos.

Sin embargo, se tomó un momento antes de llevárselo a la boca, porque quería estar segura de que estaba preparada para disfrutarlo y degustarlo al máximo, al no saber cuándo podría tener otro de esos.

Al sentirse lista, cerró los ojos y abrió la boca lentamente, pero mientras se llevaba el bombón a la boca...

- ¿Qué es eso, mami?

Su pequeño estaba parado en la puerta de la habitación mirándola lleno de curiosidad.

- ¡Ay! -gritó la mujer, pegando un brinco y casi soltando el bombón-. ¡Me asustaste, bebé! Esto es un chocolate, un dulce que comíamos y disfrutábamos hace mucho tiempo, incluso antes de que tú nacieras, -le explicó, mirando el bombón, luego a su hijo, luego al bombón de nuevo-. ¿Quieres probarlo? Es el último...

El pequeño asintió con la cabeza y corrió a donde estaba su madre, y arrancándole el bombón de la mano, muy egoístamente, se lo metió completo en su pequeña boquita en menos de un segundo.

Tan pronto lo saboreó, el rostro del niño se iluminó y con una gran sonrisa anunció:

- ¡Está delicioso! ¡Nunca había probado algo tan rico!
- Sí que lo es esta, -estuvo de acuerdo la madre, quien sintió el dulce sabor del chocolate en su boca a pesar de no haberlo probado.

Fin.

¡Feliz día de las madres 2020!

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