1328 - Las Galletas del Rey.

Había una vez un Rey déspota y despiadado que trataba muy mal a todos su pueblo y sirvientes, a excepción de su cocinero. Al cuál siempre le daba generosos regalos y alababa las deliciosas comidas que este le preparaba. Por eso, el cocinero no tenía amigos en el palacio, porque todos le tenían envidia por ser el preferido del Rey.

Un día, el Rey leyó en un libro sobre un misterioso y delicioso postre al que le llamaban “Galleta” y le pidió a su cocinero que le preparara algunas.

Sin embargo, en ese reino las galletas no existían y el cocinero no sabía como hacerlas. Y cuando le dijo esto al Rey, sintió mucho miedo de que el monarca lo mandara a decapitar.

Pero como el cocinero era el favorito del Rey, este solo dijo que hiciera su mejor intento y que lo intentara todos los días hasta que hiciera unas deliciosas galletas como aparecían en el libro que había leído.

El cocinero, muy agradecido con el Rey, aprovechó esta oportunidad y, tras rebuscar en los más antiguos libros de la biblioteca real la receta para hacer galletas, finalmente la encontró y empezó sus pruebas pero, a pesar de que había encontrado la receta perfecta, añadió un ingrediente adicional con la esperanza de ayudar a los otros sirvientes. Quienes eran maltratados todos los días por el Rey.

El Rey, a quien le gustaba tener el control de todo en el palacio, le ordenó que le diera a probar todos sus intentos para ser él quien decidiera cual sería la galleta que más le gustará.

El primer día, el Rey no pudo morder las galletas por lo duras que habían quedado.

El segundo, el Rey casí vomitó por su amargo sabor.

El tercero, el Rey no pudo probar las galletas porque se le desasían en las manos cuando las agarraba.

Y de esta manera, el cocinero siguió intentando hacer las galletas del Rey, cambiando las medidas y los ingredientes todos los días para encontrar la fórmula perfecta.

Hasta que un día, después de varias semanas y cientos de galletas perdidas, el Rey probó las galletas y quedó fascinado.

- ¡Están deliciosas! -bramó entusiasmado-. ¡No quiero que nadie más toque mis galletas! ¡Me las voy a comer todas yo solo! -le ordenó a sus sirvientes.

Sin embargo, cuando el Rey se fue a dormir, todos los sirvientes aprovecharon la oportunidad y se colaron en la cocina para llevar a cabo un plan macabro que habían maquinado.

- ¡En verdad están deliciosas! -decían los sirvientes al comer las galletas-. ¡No dejemos ninguna y luego digámosle al Rey que fue el cocinero quien se las comió! Así lo mandará a decapitar y no tendrá más favoritos entre nosotros.

Pero esa noche todos en el palacio, a excepción del cocinero, murieron. Porque desde el primer día, el cocinero había añadido veneno a las galletas para librar al pueblo y a los sirvientes del malvado Rey.

Al día siguiente, cuando el cocinero vio que las galletas habían desaparecido y que todos los sirvientes también habían muerto, ignorante del odio y envidia que ellos sentían por él, se sintió tan culpable por haberlos envenenado que lloró desconsoladamente por aquellos que quería salvar y, para redimirse, se comió la última galleta que consiguió debajo de un estante y se fue a dormir.

Pero esa galleta era una de sus primeros intentos, las cuales no tenían tanto veneno, así que cuando el cocinero despertó, se encontró rodeado de toda la gente del pueblo, quienes lo interrogaron y le pidieron explicaciones de lo que había pasado. Y cuando el cocinero confesó, todos lo vitorearon y decidieron nombrarlo Rey a él por haber sido quien los había librado del antiguo y malvado monarca.

Desde entonces, el cocinero se convirtió en Rey y lideró a su pueblo con justicia, rectitud y humildad.  Porque a pesar de haberse convertido en el Monarca, él preparaba su propia comida y nunca ordenaba a ningún sirviente que hiciera cosas por él. Ni agua les pedía.

Fin.

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