Después de varios minutos, el torero, quien había rodeado varias veces al animal, tratando de llamar su atención con su capote, e incluso con su pañuelo, no logró hacer que el toro se moviera ni un centímetro, y, a pesar de que estaba consternado por la situación, le clavó una banderilla en el lomo del animal para ver si éste reaccionaba.
El toro profirió un largo y estruendoso bufido de dolor, pero siguió inmóvil en su lugar.
Mientras esto pasaba, el público hizo un silencio sepulcral, y el torero, presionado por lo extraño y aburrido que se había convertido el acto, clavo una segunda y tercera banderilla sobre el lomo del toro, sin obtener mas resultados, que los mismos bufidos de dolor del animal.
Asi, decidido a acabarlo todo lo más rapido posible, el torero le dio la estocada final al animal, que murió muy confundido al ver que la sangre que salia de sus heridas era de un color verde esmeralda.
Fin.
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