Una mañana, antes de que saliera el sol, la Princesa, a su casi treinta años, vio, desde la ventana de su torre, cómo un Príncipe se acercaba galopando a toda velocidad a su reino, lo que la emocionó mucho, porque su padre, el Rey, nunca despertaba antes del amanecer.
Pero justo antes de que el Príncipe cruzara las puertas de su reino, la Princesa escuchó, decepcionada, el grito de guerra de su padre, y vio como una bola de fuego salía disparada, desde su castillo, hacía donde estaba el Príncipe, cuya corona salió volando por los aires.
Esa misma mañana antes del desayuno, el Rey le otorgó, orgulloso, a su hija la corona del Príncipe como regalo, contándole como esa misma mañana, él la había protegido de otro horrible Principe que venía a declararle su amor.
La Princesa, tomando tristemente la corona entre sus manos, agradeció a su padre muy cortesmente, y la guardo en el armario donde reposaban decenas de coronas de otros Principes que también habían intentado esposarla.
Fin.
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