1293 - El Faraón y los Esclavos.

Como era costumbre, todos los viernes, cuando el sol estaba en su punto más alto, el Faraón salía a dar un paseo por el caliente desierto en su carruaje jalado por sus esclavos.

Pero un viernes en particular, mientras el Faraón contemplaba las montañas y montañas de arena árida que constituían sus dominios, uno de los esclavos se detuvo y pegó un grito de revolución.

En cuestión de segundos, todos los demás esclavos se detuvieron y, cortando las sogas que los ataban al carruaje, salieron corriendo y se perdieron entre las montañas de arena dejando al Faraón solo en medio del desierto.

Los esclavos, pensando lo afortunados que eran al haberse liberado, vitoriaban a medida que se alejaban del Faraón, pero su júbilo solo les duró un par de horas, porque pronto se encontraron sedientos y perdidos en el desierto y, para aumentar su desespero, todos los mercaderes y viajeros que pasaban cerca de ellos, ignoraban sus gritos de ayuda y los evitaban al ver que solo era un grupo de mugrientos esclavos. Así que solamente fue cuestión de un par días para que el desierto los engullera en su hambrienta, caliente y amarilla arena.

Al Faraón, en cambio, solo le tomó un par de horas regresar a su palacio, porque a lo que un grupo de mercaderes pasó cerca de donde él estaba y vieron que el Faraón se había quedado atascado en el medio del desierto, estos le brindaron su ayuda inmediatamente sin ni siquiera preguntarle que había pasado.

Fin.

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