Pero a lo que la duquesa se descuidó, su hija se escapó, desobedeciendo sus órdenes, y esa noche, a la medianoche, cuando la joven regresó a su casa se encontró con que la puerta estaba cerrada, y sin importar cuando gritara, llamara y hasta llorara por su madre, la duquesa, dolida por la desobediencia de su hija, ignoró su llamado y la dejó pasar la noche frente a la puerta, decidida a hacerle pagar y enseñarle una lección.
- ¡Mamá! ¡Ábreme, por favor! ¡Tengo frío! ¡Mamá! ¡La ventisca! ¡Abre la puerta! ¡Te lo suplico!
Sin embargo, después de las tres de la madrugada, la duquesa no escuchó más el llanto y suplicas de su hija y, pensando que la joven se había dormido frente de la puerta, ella también se fue a la cama.
Tan pronto amaneció, la duquesa se despertó y corrió a abrirle a su hija para que pudiera entrar, esperando que ya hubiera aprendido su lección por desobedecer, pero la que tuvo que aprender una lección fue ella cuando, al abrir la puerta, se encontró que su única hija se había convertido en una brillante y transluciente estatua de cristal por culpa de la ventisca mágica.
Fin.
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