Aquel terrible día, todo la tripulación pagó el precio del descubrimiento que había hecho su capitán, quien al verse su primera cana en su preciada barba negra, empezó a lanzar esclavos por la borda y obligó a todo el mundo a trabajar día y noche sin descansar, temeroso de que esa pequeña hebra de cabello blanco lo hiciera perder el respeto que arduamente se había ganado en los siete mares.
Fin.
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