Me ponía los pelos de punta verlo trabajar y crear los más bellos ataúdes de madera, porque sabía que si cometía el más ligero error y una estaca o astilla de madera se le clavara en el corazón lo convertiría en polvo en menos de un segundo y lo perdiera para siempre; pero el brillo que emitían sus ojos al trabajar la madera, hacían valer la pena el riesgo.
FIN.
Comparte este Post: