Después de tocar el timbre varios minutos, salió una viejita en andadera, medio dormida, que se sorprendió al verme a su puerta, y tras explicarle el motivo de mi visita, me hizo saber que ella no era la que dejaba caer la canica y que al igual que yo, ya estaba cansada del ruido que provocaba, así que decidimos ir juntos a quejarnos al piso de arriba; pero el inquilino del piso de arriba tampoco era el causante de tal molesto sonido.
Y poco a poco nos fuimos reuniendo todos los vecinos, subiendo piso tras piso, tratando de encontrar al culpable que dejaba caer la canica y creaba tan molesto sonido, hasta que finalmente, los 26 inquilinos del edificio, deseosos de ponerle un alto al ruido que nos molestaba, llegamos al ultimo piso del edificio, que para nuestra sorpresa se encontraba deshabitado.
Fin.
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