- ¡Sii-i-i-i! Lo sé, ¿No es genial? Yo nunca he tenido dinero suficiente para comprarme un sillón masajeador; pero me imagino que se debe sentir como algo parecido a esto - le respondió, aferrandose a los apoyabrazos de su dura silla de madera para no caerse.
Fin.
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