- Anita, querida, ¿Por qué sigues enfrascada en una sola loza de cerámica cuando todavía te falta media habitación por limpiar?
- Es que esta loza, su majestad, tiene una mancha - respondió Anita con voz calmada pero con un leve tic en su ojo izquierdo y volviéndose para retomar su faena murmuró para sí misma - una mancha, una mancha...
Sin decir más, abandoné mis aposentos para ir a tomar el té y cuando regresé, ni la mancha ni Anita estaban en la habitación.
FIN.
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