Entre todos recogieron sus cosas y cuando llegaron a la lavandería sonrieron con nostalgia, al ver la cesta de la ropa sucia repleta de toda la ropa y sábanas que tenía Karina, porque una de las cosas más características en ella era que siempre usaba sus camisetas varias veces o, incluso, al revés porque nunca tenía ropa limpia debido a que detestaba lavar.
Pero mientras la recordaban, todos se quedaron petrificados al sentir una gélida ventisca en la lavandería y, frente a sus ojos, apareció flotando sobre ellos una sábana floreada (muy fea) semitransparente que tenía dos agujeros por donde se podían ver los ojos de la difunta Karina.
Asustados y confundidos al ver el tan peculiar fantasma, uno de ellos no pudo contenerse y preguntarle:
- ¿Ka-karina? ¿E-e-eres tú?
A lo que el fantasma asintió levemente. Y sintiéndose un poco más en confianza con el fantasma de su difunta amiga, otro, que era más curioso le pregunto:
- ¿Qué hay con esa sabana floreada? ¿Los fantasmas no se suponen que son blancos?
Pero a lo que vieron al fantasma tildar un poco la cabeza a donde estaba la cesta de la ropa sucia, todos se olvidaron del miedo que sentían y rieron a carcajadas.
Fin.
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