El difunto, a pesar de estar tres metros bajo tierra, tenía una sonrisa grabada en su fría y rígida cara, su plan había salido a la perfección: las cartas dirigidas a él de los demás pasajeros, las huellas en su compartimiento, los restos de sangre, las hebras de cabello... Todo lo había dejado perfectamente situado, la policía y los detectives nunca descubrirían que él era el mismo asesino que tan desesperadamente estaban buscando.
Fin.
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