- ¡No, papá! ¡Detente! -gritó el niño, pensando que si cortaban el árbol, para colocarlo y adornarlo en su casa, en un par de meses pasaría a ser el pino más bonito del bosque a ser el más feo, porque se marchitaría y perdería su bello color y tan delicioso olor.
En cambio, al niño se le ocurrió una grandiosa idea: adornar el pino justo donde estaba, para que todos los años pudiera disfrutar de su belleza. De tal manera, en vez de cortarlo, el leñador recogió las ramitas de otros árboles que habían en el suelo, construyó una pequeña cerca a su alrededor y le puso un aviso para que los demás leñadores no cortaran ese pino.
Ese mismo día, el leñador y su hijo volvieron rápidamente a casa, recogieron todos los adornos de navidad y regresaron al bosque a adornar el pino.
A partir de ese día, el niño pasaba todos los días por el bosquecillo y fue descubriendo, muy emocionado, como, poco a poco, las otras familias dejaron de talar los pinos y, en cambio, empezaron a adornarlos al igual que lo habían hecho él y su papá, hasta que todos los pinos estuvieron adornados y el bosquecillo se convirtió en un bello bosque de navidad donde todos los niños se reunían para apreciar la belleza de los árboles adornados y jugar a las escondidas entre ellos.
Fin.
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