Después de que le lanzó la puerta en la cara a la andrajosa y pobre viejecita, quien solamente había tocado para pedir un pedacito de pan y un poco de agua. El príncipe se quedó recostado sobre la puerta y se miró las manos, sonriendo y pensando: "Menos mal que la magia y los cuentos de hadas no son reales."
Fin.
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