- Disculpa, hijo, me encantaría escucharla pero, cómo puedes ver, estoy algo ocupado, hay mucho trabajo por hacer y muy poco tiempo.
Pero el chico se quedó en silencio por un momento y, luego de pensar un poco al respecto, le preguntó a su padre perspicazmente:
- ¿Te ayudo?
- ¿En serio? -preguntó el herrero, sorprendido, porque su hijo nunca se había interesado en la herrería-. ¡Pues claro! ¡Ven! Échame una mano y pásame esas herramientas de allá...
Sin embargo, el joven se quedó muy quieto en el lugar en el que estaba, sin mover ni siquiera un dedo.
- ¿Y bueno? ¿No dijiste que ibas a ayudarme? -le preguntó su padre, al verlo ahí parado cómo una estatua.
- Eso hago papá, verás, hoy aprendí una nueva frase que dice: "Mucho ayuda el que no estorba" así que te estoy ayudando al no estorbar en tu trabajo.
- ¡No vengas con tonterías! ¡Salte de aquí! ¡Vamos, fuera! -lo corrió el herrero, un poco molesto, porque pensó que le estaba tomando el pelo; pero unos minutos más tarde recordó la última vez que había intentado enseñar a su hijo el arte de la herrería y este casi lo mataba al intentar afilar un cuchillo.
Fin.
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