- ¿Qué monstruo de la secadora? ¿De qué hablas, amor? -preguntó el hombre, al escuchar a su mujer quejarse.
- Pues he comenzado a pensar que hay un monstruo en la secadora que todas las semanas se come uno de nuestros calcetines.
- ¡Jajaja! ¿Estás loca? ¿Qué es esa niñería? Los monstruos no existen -se burló el hombre, al ver la seriedad con la que hablaba su mujer-. Ven, voy a desarmar la secadora para demostrártelo y para que recojas todos los calcetines que deben estar atrapados ahí adentro.
Y efectivamente cuando el hombre desarmó la secadora, encontraron las decenas de calcetines que habían desaparecido.
- ¿Ves? ¿Qué te dije? No hay ningún monstruo de la secadora.
- Si eso es cierto, amor, entonces, ¿cómo me explicas esto? -le preguntó la mujer, aterrada, al doblarse a recoger los calcetines y notar cómo todos estaban mordisqueados y desgarrados cómo si una fiera hubiera estado alimentándose de ellos.
Fin.
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