- Buenas, siéntese, ¿qué la trae por acá?
- Estoy traumatizada, doctor, todas las mañanas, desde que pasó el accidente en las montañas, me despierto gritando: "¡¡¡Aquí estamos!!!".
- Cuénteme, ¿qué pasó en las montañas? -preguntó el psicólogo, haciendo anotaciones en su libreta.
- Lo recuerdo cómo si hubiera sido ayer, fue la peor experiencia de mi vida: un par de amigos y yo fuimos a esquiar en los Alpes; pero debido a que una gran ventisca arremetió contra nosotros cuando estábamos en la cima, nos tuvimos que refugiar en una caseta sin electricidad; sin embargo, debido a lo rápido que pasó todo y al frío que había, no nos dimos cuenta de que uno de nosotros faltaba y cuando lo hicimos ya era demasiado tarde. Recuerdo asomarme por la ventana de la caseta y ver la luz de la linterna de mi amigo que faltaba a lo lejos, así que, emocionada, abrí la ventana para gritarle donde estábamos, pero uno de mis compañeros me tapó rápidamente la boca al ver mi intención porque, según él, cualquier grito o ruido generaría una gran avalancha que nos sepultaría vivos a todos; por eso mi amigo no había gritado pidiendo ayuda, él lo sabía y por eso solo se limitaba a hacer señales de luz con su linterna. Y cuando intentamos hacer lo mismo, descubrimos que ninguno de los que estábamos en la caseta había traído linterna, así que no nos quedó más opción que ver cómo la luz de nuestro amigo se fue perdiendo hasta desaparecer entre la fuerte y blanca ventisca, sin poder hacer nada.
- ¿Y qué sucedió con su amigo?
- Más nunca lo volvimos a ver, y siento que es mi culpa por no haberle gritado cuando vi su señal.
Fin.
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