Un día un joven audaz, educado y bien vestido, que estaba perdido en el bosque, se encontró con el pozo, y cuando se acercó para sacar un poco de agua para beber, se sorprendió al escuchar una voz, que provenía del pozo, decir:
- Por una moneda te concedo tres deseos.
El joven, vaciando sus bolsillos, encontró una moneda y sin perder ni un segundo la tiró al pozo.
- ¿Cuál es tu primer deseo?
- Inteligencia - dijo el joven - quisiera tener mucha inteligencia y saberlo todo.
- Concedido, ¿Cuál es tu segundo deseo?
- Tener manos creadoras - deseó el joven - quisiera tener manos capaces de crear cualquier cosa.
- Concedido, ¿Cuál es tu tercer, y último, deseo?
- Tener el poder de dar vida - pidió el joven - quisiera tener el poder de darle vida a todas mis creaciones.
- Concedido.
El joven, al tener el don de la inteligencia, encontró el camino de regreso a casa y se fue del bosque.
Un año más tarde, el mismo joven, pero pálido, ojeroso y con un aspecto desaliñado, regresó a donde estaba el pozo, llevando una gran caja de cartón de la cual provenía algunos sonidos que parecían llantos, suplicas y quejas.
Acercándose al pozo, el joven, esperó un poco, en silencio, luego un rato más, y después, perdiendo la paciencia, lanzó la caja de cartón dentro del pozo; y vaciando sus bolsillos, sacó una pequeña daga, que utilizó, cómo pudo, para cortarse ambas manos, qué luego lanzó, tambien, dentro del pozo, antes de regresar a casa con una sonrisa agridulce en los labios.
Fin.
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