311 - ¡No me toques!




Mientras hablábamos no podía apartar mi mirada de sus manos sucias, llenas de barro, aceite de motor y sudor, forradas de llagas con pústulas de pus; ni de sus uñas largas, sucias y negras, debido a la sangre coagulada que yacía debajo ellas.

FIN.

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