Oh Gran Padre, te escribo esta carta, como mi última confesión, porque he pecado, te he defraudado y he profanado tu hogar, tu nombre y mi vestimenta; es por eso que abandono el hábito y los votos, porque tengo que esconderme para que no me encarcelen, se que podrás perdonarme, porque tu amor es grande, y espero que algún día esos pequeños hombrecitos superen cualquier trauma que les haya podido causar.
FIN.
PD: He quemado el confesionario, tenía que eliminar todo tipo de pruebas.
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