Todas las noches salía con sus droogies a robarse la leche vencida que desechaba la panadería de la calle, esta lo hacía sentir poderoso, lleno de ira y hacía que la adrenalina corriera por sus venas, haciendole saber que era tiempo de volverse Ultraviolento.
El Gato DeLarge atacaba a otros gatos moribundos y perros de mal calaña que se cruzaban por su camino, cazaba ratones y arañaba a cualquier humano que se acercara mucho; y él hacía todo esto mientras en su mente sonaba la Novena de Ludwig Van.
FIN.
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