De esta forma, la Princesa vivió creyendo que era un gato por mucho tiempo, hasta que un día una nuevo miembro de la Familia Real se apoderó del castillo. El primogénito tan esperado y deseado que el Rey no había podido tener al fin había llegado al castillo, y tan pronto entró por la puerta le quitó su lugar a la Princesa, quien al ver que toda la atención de los sirvientes giraba en torno al nuevo bebé, descubrió que en realidad nunca había sido una princesa, si no un simple, hermoso y querido gatito.
Fin.
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