- ¡Puaj! -se quejó Cupido, quien no pudo resistirse al aroma de la galleta cuando pasó volando cerca- ¡Está galleta está salada!
- ¡Te tengo! -gritó la cazadora, lanzándose sobre el consternado ángel y, tras forcejear con él por un momento, logró arrancarle de la mano su arco y su flecha-. ¡Ya no dependeré de tí para encontrar al amor! -celebró, con una gran sonrisa, porque su plan había salido a la perfección.
- ¡No! ¡Espera!, ¡Espera! -trató de detenerla Cupido, mientras ella se alejaba corriendo, dando brincos de alegria-. ¡Ese no es!
La mujer, que había planeado ese día a la perfección, corrió al parque donde estaba el hombre que le gustaba y utilizando el arco y flecha de Cupido, apuntó y le disparó al corazón del hombre para enamorarlo. Pero si rostro palideció cuando, milisegundos después de haber disparado, sintió unas cálidas gotas chispear su rostro.
- ¡Noooo! -gritó la mujer, confundida y horrorizada, al ver como la flecha había atravesado el pecho del hombre y se había clavado en un árbol cercano, con el corazón, que aún palpitaba lanzando chorros de sangre por todos lados, atascado en su punta.
- ¡¿Qué has hecho, mujer?! -la regañó Cupido, al llegar volando a donde ella estaba.
- ¿Por qué...? -balbuceó, dejándose caer de rodillas al piso-. ¿Por qué no funcionó?
- Porque yo solo estoy de caza -respondió Cupido, quitándole su arco y su flecha de un jalón a la devastada y desesperada dama.
Fin.
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