- Buenas, vengo a poner una denuncia de violencia de género -dijo al llegar a la recepción, manteniendo su tono y postura altiva-. Mi marido me agredió físicamente.
- Por favor llene esta forma -respondió el oficial tras el mostrador.
La mujer sacó su pluma rosada, llenó la forma y se la devolvió al oficial. Este, le echó un ojo para verificar que todo estuviera bien.
- ¿Es este su nombre?
- Sí -respondió, dignamente, la mujer.
- Espere un segundo.
El oficial desapareció por la puerta que estaba detrás de él y, un par de minutos más tarde, reapareció con dos oficiales más que se pararon junto a la mujer y la apresaron al instante.
- ¡Está, usted, detenida! -anunció uno de los oficiales que la apreasaban.
- ¿Por qué? -gritó la mujer- ¡Esto es una injusticia! ¿Qué pasa?
- ¡Usted se encuentra detenida por violencia de género! -sentenció el otro oficial.
- ¿A qué se refiere? ¡Yo soy la que fue violentada! -vociferó la mujer.
En eso, por la misma puerta que habían aparecido los oficiales, salió su esposo, con la cara ensangrentada y llena de rasguños.
- ¡Tú! -gritó la mujer, tratando del soltarse de los oficiales.
Pero el hombre no dijo nada y, sacando una pequeña tablet del bolsillo, le mostró el video de la cámara de seguridad de su casa, en el que se veía como ella revisaba el teléfono de su marido y, luego, llena de ira, iba a atacarlo y a golpearlo.
Ella no pudo decir nada más y dejó caer todo su peso en los oficiales que la apresaban. Mientras que su esposo, no pudo evitar sonreír, a pesar de que se le notaba en la mirada que le dedicaba a su esposa una profunda decepción.
Fin.
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