1236 - El Fantasma del Hospital.

Un poco después de las 3 a.m., mientras la cándida enfermera hacía la ronda nocturna por los pasillos del hospital, se sobresaltó al escuchar el sonido de unos pasos lentos y arrastrados que provenían del final del corredor del Ala B, al mismo tiempo que una tormenta se desató y la luz parpadeó.

Entre la luz parpadeante y el fulgor de los rayos de la tormenta que se colaban por las ventanas, la enfermera vio que un hombre muy anciano con una bata blanca, en pantuflas y arrastrando un porta-suero del cual guindaban dos bolsitas: una con solución y la otra con sangre, se acercaba a ella.

- Señorita... agua... deme agua...  -pidió el viejo, con una apagada y carrasposa voz.

A pesar del miedo que tenía, su sentido de responsabilidad fue más fuerte y la enfermera corrió hacía al anciano para ayudarlo a sostenerse.

- Señor, ¿qué hace despierto a estas horas? ¡Puede caerse! Regrese a su cuarto
- Sed... Tengo sed -dijo el anciano, al cual le faltaban casi todos los dientes de la boca.
-Yo le daré  agua, señor, pero primero regresemos a su cuarto que usted debería estar reposando en cama -dijo la enfermera-. ¿En que cuarto está?
- En el C-06 -respondió el viejo.

Sin embargo, la enfermera soltó al anciano y se le quedó mirando perpleja.

- ¿Y cómo es su nombre? -le preguntó.
- Williams, y ¿usted?
- Dulce -respondió la enfermera, revisando rápidamente su tabla, porque ella nunca había escuchado de esa habitación y, efectivamente, en su lista de pacientes no figuraba el nombre de anciano-.  Vamos regresemos a su habitación -añadió, ayudando al anciano  y dejándose guiar por él para que este la condujera al cuarto C-06.

Con pasos lentos el anciano y la enfermera  llegaron al final del corredor del Ala B e, inesperadamente, el anciano giró a la izquierda, done se abría otro largo corredor señalado como el Ala C del hospital. Al ver esto, la enfermera se sorprendió mucho, porque ella no sabía de la existencia de esa ala ni mucho menos había estado en ella.

Al llegar a la habitación C-06, la enfermera notó que en la placa de la puerta estaba el nombre del anciano y, entrando en la oscura pieza, lo llevó a la cama, asegurándole que volvería pronto con una jarra de agua.

Minutos más tarde, después de que la enfermera recorriera con curiosidad toda el Ala C del hospital, volvió a la habitación del anciano con el agua y, despidiéndose de él, terminó su turno con mucha inquietud porque sentía que todo era un sueño.

Al día siguiente, cuando el Señor Williams despertó, llamó a su médico y le pidió muy gentilmente que le asignaran a Dulce como su enfermera de cabecera, porque le había gustado mucho el trato que esta le había dado la noche anterior. Sin embargo, el médico palideció y toda su piel se le puso de gallina cuando escuchó las aventuras nocturnas del viejo paciente, porque la enfermera de la cual le habló había fallecido mucho antes, incluso, de que el Ala C del hospital fuera construida.

Fin.

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