1046 - El ascensor del demonio.

- ¿Este es tu edificio? -le preguntó su amiga, sorprendida, sacando la cabeza desde la ventanilla del taxi.
- Sí, sí, Sarah; pero, vamos, bájate y subamos a mi departamento.
- ¡Vale! Voy, voy; pero ayúdame con el equipaje.
- ¡¿Por qué traes tantas cosas si solo te vas a quedar una semana?!
- Porque tú sabes cómo soy yo -respondió Sarah, mientras entraban al vestíbulo del edificio.
- ¡Siempre tan fabulosa! Nunca cambias, ¡¿eh?!
- Ya sabes lo que dicen, "árbol que nace torcido..." -empezó a decir Sarah, mientras presionaba el botón para llamar al ascensor-. Pero... ¡Hey, hey, hey! ¿A dónde vas? ¡El ascensor ya viene!
- Ven, vamos por las escaleras.
- ¡¿Las escaleras?! -preguntó Sarah, anonadada-. ¿Estás loca? ¿Por las escaleras con estos tacones y todo mi equipaje? ¿En qué piso vives?
- En el 16 -respondió su amiga, ruborizándose.
- ¡¿Qué?! ¿Y por qué demonios quieres subir 16 pisos por las escaleras?
- ¿No te conté?
- No, así que hazlo -chilló Sarah, presionando repetidamente el botón para llamar al ascensor.
- ¡Deja eso! -le replicó su amiga, dándole un golpecito en la mano-. Pues, vamos por las escaleras, porque se han escuchado varios historias de que el ascensor de este edificio está maldito.
- ¿De qué rayos hablas?
- Pues, según mis vecinos e, incluso, la señora que me arrendó el apartamento, todos los que se han montado en el ascensor han tenido experiencias paranormales.
- ¿Y tú crees en todo eso?
- No... Pero, aja, no quisiera arriesgarme.
- Y yo no quisiera arriesgarme a subir 16 pisos con todo este equipaje en estos tacones, así que vamos, sube, usaremos el ascensor -sentenció Sarah, jalando a su amiga por sus ropas y arrastrándola con ella dentro del ascensor que acababa de abrir sus puertas.

-¡Esperen! -se escuchó una voz desde el vestíbulo.

Luego de presionar el botón con el número 16, justo antes de que se cerraran las puertas, un hombre de traje negro, muy guapo, de cabello corto arenoso y dos hermosos ojos que, a pesar de ser colores distintos: el derecho de color azul y el izquierdo dorado, hacían juego con su hermosa sonrisa, entró corriendo al ascensor.

- ¡Muchas gracias! -dijo el hombre, marcando el botón con el número 6.
- De nada -dijo Sarah, sonriendo y, dándole un codazo en las costillas a su amiga, le susurro: ¿Viste? ¡Y tú que querías usar las escaleras!
-¡Shh! ¡Deja! -le susurró su amiga.

Sin embargo, mientras las dos amigas discutían en silencio entre ellas, no se percataron de que el ascensor no se detuvo en el piso seis, a pesar de que el desconocido hubiera presionado el botón y siguió subiendo; pero cuando iban por el piso número 12, el hombre, volteándose, les preguntó:

- ¿No han escuchado las historias que dicen los vecinos sobre este ascensor?
- Sí -respondió Sarah, ganando la pelea contra su amiga-. Pero yo creo que son puros inventos.
- Yo no estaría tan seguro -dijo el hombre, dándoles la espalda nuevamente y, cuando la luz indicó que habían alcanzado el piso número 13,  presionó el botón de emergencia para detener el ascensor.
- ¡Oye! ¿Quién te crees que eres? -chilló Sarah-. ¡¿Qué haces?!

Pero cuando extendió su brazo para agarrar el hombro del hombre y voltearlo para darle una cachetada. Cuando sus dedos hicieron contacto con él, se escuchó un estruendo y todo quedó en completa oscuridad por un par de segundos, en los cuales las dos amigas gritaron aterradas, hasta qué, después de un parpadeo de las luces, todo se iluminó de nuevo y, cuando los ojos de las chicas se adaptaron a la claridad, sintieron como hasta la última gota de sangre su cuerpo se helaba al ver que se encontraban totalmente solas dentro del elevador y, cuando sonó la campanilla al llegar al piso número 16 y se abrieron las puertas, las dos amigas salieron corriendo y gritando por el pasillo como alma que lleva el diablo.

Fin.

Comparte este Post: