Despavorido, intentó gritar, pero no pudo, su boca no se movía; intentó pararse y salir corriendo, pero tampoco pudo, su cuerpo no respondía, así que trató de calmarse; sin embargo, justo en ese momento, del armario salió una sombra alada que se acercó a él lentamente y se posó sobre su pecho.
Al verla, se desesperó aún más y, traumatizado, intentó cerrar los ojos para no ver cómo era atacado por esa misteriosa entidad; pero, al igual que todo su cuerpo, sus parpados no respondieron, y no le quedó más alternativa que mirar fijamente a lo que lo acechaba. Sin embargo, al hacerlo, se dio cuenta de que no había ninguna sombra en la habitación, ni que ninguna fuerza oscura lo presionaba contra la cama porque podía moverse libremente.
Asustado por lo que acababa de vivir, prendió la computadora para investigar qué le había pasado y, cuando leyó que todo había sido causado por una parálisis de sueño y no por la visita del demonio, se sintió muy aliviado.
Fin.
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