Y rápidamente todos los aldeanos salieron corrienndo de sus casas, sacando sus contenedores de leche para que se llenaran con la lluvía, y mientras esperaban, se paraban con la boca abierta mirando al cielo para probar el delicioso sabor de la leche, que ya habían olvidado porque no habian tenido ni una sola gota del blanco y nutritivo líquido desde que el tornado se llevó volando a todas las vacas de la aldea hace un par de meses.
Fin.
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