1355 - Los Colmillos del Tiburón.

Un día, en la selva tropical de América Latina, los animales decidieron hacer un gran torneo para ver quien era el más fuerte de todos, y un representante de cada animal fue a participar en el torneo.

Días antes de que comenzara el torneo, un tiburón que nadaba por la costa, escuchó a una gaviota hablar sobre el tema. Y al sentirse el más fuerte de todos los animales, el tiburón decidió participar en el torneo.

Cuando el resto de los animales se enteraron de la participación del tiburón, se burlaron de él, porque  pensaron que no tendría oportunides de ganar, al asumir que solo podría derrotar a sus oponentes en el agua.

Pero cuando el torneo comenzó y el tiburón demostró su gran fortaleza, saltando desde el mar y atacando a sus oponentes en la tierra. El resto de los animales sintieron miedo y se aliaron para intentar sacar al tiburón.

Con cada oportunidad que se presentaba, el resto de los animales atacaban al tiburón, y este perdía un colmillo. Pero, a pesar de debilitarlo, el tiburón no se rendía y seguía creyendo en sí mismo y dando lo mejor de sí. Así que sin perder su fe, el tiburón recibió ataque, tras ataque y fue perdiendo sus colmillos uno a uno.

Sin embargo, la perseverancia del tiburón dio frutos porque, a pesar de todos los ataques que recibía, logró mantenerse en el juego y llegar a la final, en el que se enfrentaría contra el temible jaguar, que era el único otro animal que había logrado mantenerse en el torneo, gracias a su agilidad y cabeza fría.

Para entonces, al tiburón no le quedaba ningún colmillo en su boca por todos los ataques que había recibido, mientras que el jaguar estaba en su mejor condición para ganar, porque estaba confiado que al ser un felino, ganarle al tiburón sin dientes sería como cazar a un pez dorado en una pecera.

De tal forma, cuando la última batalla comenzó, el jaguar usó sus garras y velocidad para atacar al tiburón y sacarle la delantera, pero a pesar de todo, y de que el jaguar le estaba dando una paliza, el tiburón no se rindió y siguió luchando sin perder su fe.

De pronto, cuando el jaguar se preparaba para dar el golpe final, todos los colmillos del tiburón crecieron de nuevo en su boca, más filosos y cortantes que nunca, y de un mordisco el tiburón, que nunca se había rendido y siempre creyó en sí mismo, terminó la batalla. Convirtiéndose en el ganador y en el animal más fuerte de toda la selva trópical de America Latina.

Fin.

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