1107 - El Gran Banquete del Rey de los Gatos.

Había una vez, en un reino lleno de envidia y celos, vivía un monarca que era mejor conocido como el Rey de los Gatos, porque según sus súbditos y familiares amaba a esos animales y, además, tenía más vidas que uno de ellos.

Una mañana, el Rey, hambriento y entristecido porque su último gatito había muerto durante la cena de la noche anterior, salió a dar un paseo por su reino antes de desayunar.

Con aire desesperado, el Rey merodeaba las calles diciendo "misu, misu" con cada paso que daba; hasta que por fin encontró a un lindo gatito hurgando en la basura.

- ¡Oye! ¡Gato! ¿Te gustaría venir a vivir conmigo y convertirte en mi mascota real?
- ¿Habrá comida? -le preguntó el gato, mirándolo sagazmente.
- Sí, mucha -le aseguro, extendiendo sus brazos.

Habiendo escuchado los rumores que se decían en el mundo gatuno de que todos los gatos del rey estaban destinados a una muerte rápida y segura; el gatito, dejándose llevar por su hambruna, aceptó la propuesta y corrió a los brazos de su nuevo amo.

- ¿Y cómo me llamarás? -preguntó el minino, con un ronroneo.
- Fifí Cuadragésimo Séptimo -anunció el Rey, dando grandes zancadas de regreso a su palacio.
- ¿Y qué pasó con los cuarenta y seis antes de mí?
- Murieron -respondió, casi sin palabras, apretando el paso-. Pero no hagas tantas preguntas que estoy hambriento.
- Yo también -ronroneó el gato, lamiéndose sus patitas.

De tal forma, tan pronto llegaron al castillo, el Rey ordenó que un gran banquete de desayuno fuera servido para él y su nueva mascota. Cuando todo estuvo listo, pidió que lo dejaran a solas con su  gato y, tomándolo entre sus manos, lo paseó por entre toda la comida.

- ¿No hueles nada extraño? -preguntó el Rey.
- No, nada, todo huele delicioso -respondió el gato, con la boca hecha agua.
- ¿Estás listo para comer?
- ¡Sí!
- Toma, prueba esto... y esto... ten un poco de esto... no olvides probar esto... ¿Qué tal?... ¿Cómo te sientes?
- Bien, lleno -respondió el gato, casi sin poder moverse por todo lo que había comido.
- ¿No sientes que has perdido una de tus vidas?
- No, al contrario, siento que he ganado nueva vidas más -ronroneó, sobándose la barriga tras haber pasado varios días sin comer.

Al escuchar esto, el Rey finalmente se sentó a la mesa y, zapatenado al gato, se comió todo lo que tenía frente de él.

Fin.

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