- Vamos, preciosa, solo será una horita, y la vamos a pasar tan rico, que te apuesto se va ir volando -le susurró el gordo, sudado y grasiento, al oído, mientras sacaba un fajo de billetes de su bolsillo.
- Está bien, mi gordo; pero solo una horita, porque ando ocupadita. -respondió la prostituta, tomando el fajo de billetes y guardándoselo entre los senos, mientras pensaba que se le avecinaba la hora más larga de su vida.