Todas las noches, a las dos de las mañana, el fantasma de su esposo lograba escaparse por un mínuto del segundo círculo del infierno para visitarla y pedirle perdón; pero ella, firme a su palabra, lo esperaba con la almohada en la mano, lista para lanzársela al espectro de su esposo cuando apareciera y gritarle: "¡NO! ¡NUNCA TE PERDONARÉ! ¡CANALLA!"
Fin
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