Después de decirse esas palabras, el hombre común, se desayunaba, se iba al trabajo, revisaba el correo, salía a almorzar en el mismo lugar de siempre, regresaba al trabajo, chismeaba con sus compañeros, salía del trabajo, se quejaba por el trafico, llegaba a casa, prendía la televisión y luego, a las once, se iba a la cama.
Una vez en su cama, el hombre común pensaba: "Wow! ¡Qué gran día he tenido!" y recordaba, con una sonrisa en la cara, los pocos momentos que habían hecho que su día fuera diferente de todos los demás días. Sin embargo, justo antes de quedarse dormido, su sonrisa desaparecía y pensaba por un segundo: "Odio mi aburrida y monótona vida."
Fin.
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